Muertos en vida: los cadáveres andantes (Parte 2)

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Entré corriendo a mi casa y subí por las escaleras hasta llegar a mi habitación. Ahí me encontré a Max sentado en el suelo y con la mirada perdida.

— ¿Te sucede algo?— preguntó cuándo me vio toda agitada.

—Lo que me faltaba— dije fastidiada. Había olvidado que él estaba ahí.

Cerré la puerta de golpe y bajé al sótano y justo debajo de las escaleras me senté y me llevé las piernas al pecho. Todo estaba mal. Todo estaba destinado a salir mal en esta casa. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

—Liesel, sube a cenar— escuché después de mucho rato la voz de mi madre.

Sin muchas ganas me levanté del suelo, me limpié la cara y subí las escaleras lentamente.

—Por fin apareces— puso una cuchara en mi plato y se me quedo viendo — ¿Qué tienes?— me preguntó con ese tono entre preocupado y reclamador de una respuesta.

Me quedé viendo a Max con mirada asesina, lo cual provocó que se sintiera incómodo. Como siempre los problemas eran culpa de otras personas.

—Nada, no importa— me senté sin protestar y empecé a comer.

— ¿Acaso ese Rudy te hizo algo?

Volteé a ver a mi padre que tenía la mirada fija en el plato. Suspiré fuertemente y me senté derecha.

—Terminé con él. Fue un rotundo error estar con él.

—Cuanto amor— dijo enarcando ambas cejas a modo de burla.

Comimos todos en silencio hasta que mi padre me dirigió la palabra.

— ¿Podrías decirme donde pusiste las cosas de Max? Hablo del libro.

Levanté la vista y lo miré.

—Después se lo entrego.

Terminamos de comer y me dirigí a mi habitación.

Cuando los hombres llegaron hasta ahí yo ya estaba en pijama y con el libro en la mano. Era la primera vez que tenía una edición del "Mein Kampf" en mis manos y, obviamente jamás me había detenido en leerlo. ¿Por qué un judío sí iba a hacerlo?

Puse el libro en la cama de Max y me senté en la cama con la mirada hacia otro lado.

—No es necesario. Ya están haciendo demasiado con permitirme quedarme aquí— dijo apenado.

—No te preocupes, además si te quedas todo el día en cama te saldrán llagas. Tienes que moverte— Replicó mi padre.

El hombre asintió con la cabeza, y tomó la ropa que estaba debajo de su almohada para ir al baño a cambiarse.

— ¿Por qué dejaste a Rudy?

Levanté la cabeza y mi padre me miraba curioso.

—No funcionó y tampoco tenía caso— le dije cortante.

— ¿Te hizo algo?

Seguí su mirada que estaba mirando mis nudillos con pequeños moretones.

Negué con la cabeza.

—Lamento haber dicho lo que dije y también lo que hice— me levanté de la cama y fui hasta la puerta para abrazarlo.

—Yo también lo lamento— lo abracé con fuerza. Hacía tanto tiempo que no nos abrazábamos así.

—Sabes que me pongo algo loca cuando me enojo— le dije muy apenada.

—Lo sé.

Nos soltamos y papá seguía mirándome con expresión curiosa.

— ¿Me vas a decir lo qué pasó con Rudy, o se lo voy a tener que ir a preguntar a él?

Lo miré con el ceño fruncido y luego se me escapó una liguera risita.

— ¿Desde cuándo te volviste tan chismoso?

—No trates de desviar el tema, señorita— dijo después de regalarme una sonrisa.

Era imposible tratar de ocultarle las cosas a él, así que me resigné.

Regresé a sentarme en la cama y, cuando mi padre estuvo a mi lado le platiqué la discusión que había tenido con Rudy. Mi padre frunció el ceño. Obviamente no le gustó ni un poquito que se atreviera a hablarme de ese modo.

—Mañana mismo hablaré con Rudy— sonaba bastante disgustado.

—No te preocupes, ya le dejé muy en claro que no debe hablarme así— dije al momento de levantar los nudillos, enseñándole "la evidencia."

Mi padre me revolvió el cabello y cuando vimos a Max entrar en la habitación, cada quien se acomodó en su lugar y yo apagué las luces.

—Liesel.

Apenas estaba quedándome dormida cuando escuché que mi padre me habló.

— ¿Qué pasa?— le pregunté mientras me sentaba en la cama con mucha flojera.

—Yo sé que la forma en la que Rudy lo hizo no fue la mejor— fruncí en ceño bastante confundida —, pero de algún modo tiene razón. Es lo que yo te dije en la tarde.

Ya, entendí lo que quería decir.

Me levanté de la cama y me fui a sentar a los pies de esta para quedar casi frente a frente.

— ¿A dónde quieres llegar con esto?

Mis ojos ya se habían acostumbrado a la poca luz de la luna que entraba por la ventana, así que podía ver el rostro de mi padre.

—Liesel, ya no tienes diez años y yo no puedo manipular tu mente a mi antojo.

Me le quedé viendo. La forma en la que me estaba hablando me daba miedo. Creía saber a donde quería llegar.

—Eres libre de hacer lo que quieras. Eres libre de irte si eso es lo que deseas...— apenas y pude escuchar lo que dijo.

Me acerqué a él y me puse de cuclillas y puse mi cabeza en su regazo. Empezó a acariciar mi cabello.

—Si de mí dependiera, nunca me iría de aquí. Yo jamás te dejaría, ni a ti, ni a mamá.

Levanté la cabeza para que mi padre pudiera ver mi cara.

—Por muy alemana que sea, primero están tú y mi madre— le dije casi al borde de las lágrimas.

— ¿Por encima del Führer?— me preguntó dubitativo.

—Por encima del Führer.

Le extendí una gran sonrisa y me quedé así durante unos momentos más. La familia Hubermann estaba por encima de todo para mí.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Where stories live. Discover now