El primer día de nuestras vidas

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Decidimos casarnos en julio, ya que no hacía tanto calor, ni tampoco tanto frío. El clima perfecto.

Solo unos días después de la boda de Rudy y Diane le llamé a Ilsa Hermann para darle la feliz noticia y, con una alegría que llenaba su voz, me dijo que en cuanto tuviera la oportunidad vendría y me ayudaría con todo.

Al principio le insistí en que no quería que gastara su dinero en mí y que no viniera pero ella era lo único que me quedaba —aparte de Max— que me recordaba a mis padres y quería que de alguna forma estuvieran presentes allí.

Lo mismo pasó con Diane. En cuanto regresó de su luna de miel con Rudy, empezó a atosigarme. Que si las flores, que si el lugar de la recepción, que si el banquete, que si el maquillaje, etcétera, etcétera, etcétera. Y para colmo, Ilsa cumplió su promesa y un par de meses antes empezó a gastar dinero como si éste creciera en los árboles.

—Ya decidí y no quiero esos arreglos florales— dije mientras veía el ejemplo que la joven había armado para nosotras.

—Ay, vamos Liesel. No es como que te cases todos los días— me reprochó Diane.

—Si es por el precio, no te fijes— Ilsa me miraba como últimamente lo hacía: con ojos de cariño, algo que me parecía extraño.

—Precisamente— le di la espalda a la florista y mi semblante cambió —No quiero que esté malgastando en mí. Ese dinero debería guardarlo para usted y su futuro—continué en un susurro. Tampoco quería que todo el mundo se enterara de la discusión.

Ilsa negó con la cabeza y me tomó por el hombro para que caminara hacia una esquina alejada de las personas mientras Diane hablaba con la florista.

—De mi futuro no hablemos porque es un caso perdido— abrí la boca pero no me permitió hablar —Liesel, eres la única familia que tengo ahora. Te he considerado como mi hija desde que viviste conmigo— le sonreí —Vamos, deja que esta vieja malgaste lo que tenga que malgastar para verte feliz.

Fruncí los labios para evitar sonreí de lado a lado, pero al final asentí. ¿Qué otra cosa podía hacer por la única figura materna que me quedaba?

Cada que Max iba a visitarme, hacía hasta lo imposible por sacarme de ahí lo más rápido que se pudiera. Estaba involucrado en la boda pero si a mí me tenían hasta la coronilla, él debía estar peor. Aunque cuando nos quedábamos solos, Max me demostraba las ganas de que llegara el día.

Aunque claro, eso no quita que cuando Ilsa llegó tuvo que soportar una tremenda regañada por dejarme y todo lo relacionado a ese desagradable tema, además de pedir mi mano y prometerle que algo así nunca jamás volvería a pasar.

Si me lo preguntan a mí, creo que exageró, además de que la humillación no era necesaria. Max estaba rojo de la pena cuando Ilsa empezó a reclamarle enfrente de todos. Era algo que salía sobrando ya que él estaba muy consciente del error que cometió.

........

Abrí los ojos y el sol que entraba por la pequeña ventana apenas encandilaba cuando lo veías. El día estaba nublado.

Bostecé y salí de la cama con paso desgarbado hacia el baño.

Abrí el grifo del lavabo y me mojé la cara para quitarme la flojera.

—Que suertuda. En poco rato te convertirás en la señora Vandenburg— le dije a mi reflejo en el espejo y después me di un buen baño con agua tibia.

....

Me estaba peinando cuando alguien llamó a la puerta de mi habitación.

—Llegaron por ti— me dijo Rudy.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora