VI

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Pearl se había callado  considerablemente pero su presencia seguía molestando a Che. Tuvo que soportar escucharlos hablar sobre los preparativos de la subasta. Se entretuvo observando la pulsera que había costado más que cualquier cosa que tuviese en su vida.

¿Qué carajos iba a hacer con algo así?  Porsche probablemente lo mataría si se enteraba de donde lo había sacado.

—Esto no es nada para él, deja de verla como si hubiese vendido a tu abuela para conseguirla —dijo Knut con cierto deje de molestia, pero a veces Che podía molestarlo un poco, nadie podía ser tan tierno y lindo como él, parecía imposible.

—Eso fue demasiado. No debí pedir esto. Me comporté horrible. ¿Crees que P'Kim acepte mis disculpas?

—No tengo porque. —Kim se sentó junto a Che, le quito la caja donde estaba la pulsera y la sacó para ponérsela en la muñeca izquierda. Pesaba bastante pero podía acostumbrarse con el tiempo, además, no lucia ridícula como pensó que lo haría. —Khun ha gastado mucho más por cosas más absurdas. No te preocupes.

—Pero, P'Kim...

—Olvídalo, no es importate. —Se rascó el entrecejo y cerró los con fuerza, Che sabía que estaba teniendo otro de esos dolores de cabeza, así que se quedó en silencio prometiendo encontrar la forma de devolver la pulsera más tarde. —Esto está tardando más de lo que debería, hay muchas cosas que hacer.

—Está bien, no te preocupes. No tenemos que salir hoy. Knut puede llevarme a casa.

Che se puso de pie, Kim tiró de su brazo hasta hacerlo caer junto a él. Pearl los observaba con los ojos entronados y los labios apretados, estaba celosa.

—Te dije que saldríamos y lo haremos, ¿qué tal está noche?

—Supongo que sí podría. —Che asintió con la cabeza. —Me iré, nos veremos más tarde en casa. No olvides tu promesa, P'Kim.

Kim asintió.

Che salió de la habitación con la pulsera  balanceándose en la muñeca. Ni todo su peso en oro salvaría a Kim de lo que le esperaba esa noche.

—¿De causalidad planeas cometer un asesinato?

—Probablemente.

—Llevaré la pala en ese caso. —Knut presionó el botón del ascensor, Che podía verlo sonreír por el reflejo de la puerta. —Pasar tanto tiempo con Kim está haciendo que se te peguen algunas de sus mañas, ya hasta me miras igual que él.

—Ya entiendo a lo que se refiere cuando dice que eres desesperante.

—También muy gracioso.

—No, pero claro que no.

***

—¿P'Kim,  puedo hacerle una pregunta?

—¿Sobre qué?

—¿Tú y ese niño están... juntos?

Kim sonrió. Pasó las páginas del informe que estaba leyendo sin detenerse, ni siquiera la volteo a ver cuando dijo:

—¿Por qué sería de tu incumbencia?

—Pensé que usted y yo...

—Qué divertidas ideas tienes en la cabeza, querida.

—Él es... su primo. Porsche no permitirá...

—Te detendré aquí porque sé que aprecias tu vida.

De pronto el apacible rostro de Kim se transformó por completo, ya no parecía el muchacho atractivo y tranquilo que solía ser cuando Pearl lo conoció. Sus rasgos de pronto se endurecieron, parecía mucho mayor y sinceramente, mortífero. Kim solo necesitaba poner las manos alrededor del cuello de Pearl y ejercer la fuerza correcta, no necesitaba más para acabar con su vida.

Empecemos Otra Vez (Kimporchay) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora