XII

659 67 2
                                    

¿Por qué Kim había empezado a llamarlo mi amor? No podía entenderlo. Le provocaba cierto dolor de cabeza escuchar aquello. Kim no era del tipo de hombre que ponía motes cariñosos, o daba cualquier muestra de afecto en general. Pero en los últimos meses había estado haciendo precisamente eso, casi de una forma posesiva y... aterradora para Che.

—¿Che, estás bien?

—¿Por qué no lo estaría? —preguntó sin despegar la vista de la revista que estaba leyendo. —Estoy bien, ya te lo dije cinco veces.

—Amor...

—Muy bien, ya para con eso. No tienes necesidad de fingir ser tan arrastrado. Sé que no te gustan esas cosas. Por norma general soy yo quien debería estar siendo patético.

—No eres patético. Tus reacciones son normales.

—¿En serio por qué creí que eran infantiles después de todo?

Kim se quedó en silencio, Che levantó la cabeza y lo observó tres segundos antes de que él dijera:

—Sí, un poco. Pero eres joven aún.

—Mmm.

Che se acostó en el sofá e ignoró el teléfono que no dejaba de parpadear con la imagen de su hermano en ella. Porsche había estado toda la mañana llamando y mensajeando, no tenía ganas de hacer o fingir que no arrancaría la cabeza de Porsche si pudiese hacerlo.

—¿Por qué no hablas con él?

—Porque probablemente terminaríamos discutiendo como fue que me trajo a vivir a casa de un asesino psicópata.

Kim no necesitaba agregar que tal vez Che era el único que no había matado a nadie en toda esa jodida casa, él lo sabía. Y lo lamentaba profundamente. La situación era un asco, pero como en los últimos meses no hacía más que aceptar la situación y seguir adelante.

Parecía estar sujeto a un shock que se negaba a salir de su cuerpo. Kim estaba preocupado, lo último que quería era que la salud de Che se viese aún más comprometida.

Por primera vez en su vida a Kim le hubiese gustado tener la seguridad de que todo estaría bien, que Che no saldría lastimado y podría ser feliz, aunque eso no significaría que fuese con él. Pero Kim siempre había sido cínico, casi fatalista cuando se lo permitía, no estaba en su mano asegurar cosas que no podía controlar.

—Tengo que irme —dijo Kim mirando su teléfono.

—Mmm.

—No sé cuándo vuelva.

—Diviertete matando gente, Kim.

Decidió no responder. Kim se agachó sobre Che dejó un beso sobre su cabeza y salío de la habitación sosteniendo el puente de su nariz. Conocía a Porschè lo suficiente para saber que está actitud de chulo estaría rondando en el ambiente por días.

—Buenos días, padre.

—Kim. Desayuna conmigo.

Kim tomó asiento en silencio, observó a su padre comer mientras preparaban un plato para él. Había asuntos urgentes que tratar pero no quería decir una palabra frente al personal de servicio. Era lo suficientemente inteligente para darse cuenta que Tankhun los tenis a todos en el bolsillo, eran sus informantes y lo hablado en esa reunión no podía llegar a oídos de su molesto hermano mayor.

—¿Hiciste lo que te pedí, Kim?

—Así es.

Knut le hizo llegar a Korn un sobre amarillo lleno de fotografías. Era una mujer asiática, joven y no mucho mayor que Che.

—¿Cómo la encontraste? —preguntó su padre.

—Usé nuestros contactos. Puede que América esté lejos, pero no es imposible llegar hasta ahí. Nawee es consciente de los trapos sucios que conocemos, debemos usarlo a nuestro favor.

—Bien hecho. —Korn se limpió las manos y se puso de pie, abrochó su saco sin dejar de sonreír de esa forma tan escalofriante. —Me gustaría que fueses a Japón, el avión está preparado para ti.

—¿Quieres que le dé una visita al viejo mientras los hijos están aquí haciendo negocios?

—Kinn y Porsche sabrán como mantenerlos entretenidos. Lleva algún regalo y asegúrate de que sepa que la paz está entre nuestras familias.

—Sí, padre. Pero me iré después de la subasta, he trabajado mucho en esto para dejar todo a medias.

—Me gusta tu dedicación, Kim. Y agradezco tu interés por hacer crecer nuestros negocios.

Claro que a Kim le interesaba el patrimonio familiar, pero no iba a negar que estaba metiendo un 25% en sus bolsillos como compensación por todos los malos ratos que le había hecho pasar su padre en los últimos meses.

—Ah, Kim. —Kim masticó en silencio sin dirigir la mirada hacia su padre. —Deberías llevar a Che contigo.

—¿Por qué llevaría al niño a un trabajo como este?

—¿Niño? No creo que lo estuvieses bien como un niño cuando te lo cojes en tu habitación, cuando crees que nadie te está viendo. —Kim levantó la comisura de la boca en una pequeña sonrisa—. Te conozco lo suficiente para saber que tus gustos no van por ahí..

—Yo lo llamo sana diversión.

—¿Y Porsche sabe sobre la forma en la que te diviertes en estos días?

—No somos tan cercanos para que me importe.

—De acuerdo.

Korn se marchó y Kim dejó caer los cubiertos tratando de reprimir su rabia. Debía mantenerse lo más seguro posible. No podía demostrar lo mucho que le estaba afectando esto.

—Knut, tenemos un rata.

—No. Kim, nada más nosotros cuatro tenemos acceso constante a ti. Somos los únicos miembros en tu equipo de seguridad. Nos repartimos el trabajo entre tú y Che.

—Hay una rata.

—Kim, somos leales. Lo sabes. Solo estás siendo paranoico.

—¿Cómo se enteró?

—Korn cree que es dios, y a veces puede llegar a parecerlo. Sabías que se enteraría tarde o temprano. Pudo haber sido cualquier miembro del personal, pero tus guardaespaldas no fueron. No fuimos nosotros.

Kim lo sabía. Pero aún así no podía pensar con claridad. Se bebió el café de un solo golpe y salió de la casa para encargarse del trabajo que tenía ese día. La subasta estaba a la vuelta de la esquina y era muy importante que todo estuviese perfecto.

—¿Por qué quiere que Che vaya contigo?

—No lo sé. No tengo forma de averiguarlo sin poner un blanco aún más grande en la espalda de Che.

—No debe ser bueno.

—Mi padre está tramando algo, pero no puedo entender porque. Será mejor que comiences a investigar el terreno. Sí iremos con Che a Japón, pondrá las cosas más difíciles.

—Le diré a Akk que salga en el primer vuelo.

—De acuerdo.

Empecemos Otra Vez (Kimporchay) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora