VIII

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La cabecera de la mesa estaba dispuesta para Korn, en ausencia de este Kim tomaría el control de la reunión. Kinn, como hermano mayor y jefe de la familia no estaba de acuerdo con las decisiones de su padre, pero no podía hacer nada así que optó por morderse la lengua y observar como su desastroso hermanito hacia de las suyas en una reunión tan importante.

Porsche por otro lado, no estaba contento. Era su dinero el que estaba en juego y había sido su idea traer directamente a los japoneses. Claro que no contaba con que fueran tan duros a la hora de negociar.

—Buenas tardes a todos.

Kim entró a la estancia con pasos largos y las manos unidas detrás de la espalda, no parecía especialmente contento de estar ahí. Excepto que las apariencias engañaban y Kinn no recordaba la última vez que su hermano mostró abiertamente sus sentimientos.

—Esto es una falta de respeto hacia nuestros invitados —susurró Porsche en el oído de Kim.

Kim ignoró a Porsche y se adentró en la habitación, caminó directamente hacia los extranjeros haciendo una pequeña y casi imperceptible reverencia. No más allá de lo que demanda la rigurosa costumbre.

—Escuchamos qué los tailandeses eran muy amables y generosos con sus invitados, ya vemos que en el caso de los Theerapanyakul no es así. Después de todo hemos esperado mucho por nada.

—Nawee-san ruego que me perdone pero tengo muchas otras cosas que hacer.

Nawee era joven pero no tanto como los líderes Theerapanyakul, estaba acompañado por sus dos hermanos menores y entre los tres tenían una fama qué podía acercarse bastante al lado más oscuro de Vegas. Eran mucho más versados en los negocios ilícitos, mientras que las personas que tenían en frente no aparentaban más que ser niños mimados.

Ningún miembro de la familia japonesa confiaba en los Theerapanyakul para distribuir su producto. Tenían muy mala fama entre las familias de crimen organizado.

—Hemos traído un regalo, como dicta la tradición —dijo Akaza, el hermano más joven. —Esperamos que les guste.

—Oh, seguro que sí.

La puerta de la sala de conferencias se abrió nuevamente rebelando a un Porsché distraído con su celular. Kinn y Porsche compartieron una mirada preocupada entre ellos e intentaron aparentar normalidad. Fue el único momento durante la reunión en la que Kim levantó la comisura de los labios en algo parecido ya una sonrisa.

—Les presento a Porsché, hermano de Porsche y miembro más joven de la familia.

Che saludó con una reverencia y tomó asiento al fondo del salón, Porsche se acercó a él con una sonrisa falsa.

—¿Qué estás haciendo acá?

—P'Kim me llevará a la escuela. No tiene sentido ir en autos diferentes cuando vamos al mismo lugar, ¿No crees, hia? —Che sonrió con la mayor inocencia como su enojo se lo permitía.

—Puedes esperar en otro lado –susurró Porsche.

—Dijo que no había ningún inconveniente en que esperase aquí. Además la reunión es inglés si lo que te preocupa es que escuche sobre tus negocios, Hia. Como bien sabes no domino el idioma.

—Che, no me gusta la idea.

—Déjalo. Esto será rápido.

Él tono de voz de Kim no permitía réplicas. Porsche sonrió y tomó asiento junto a Kinn, le dio gracias a Buda porque los japoneses no entendieran su lengua. Pero seguía enojado con Kim por exponer a su hermano a una reunión como esta, cualquier cosa podría salirse de control y Che no tenía que ver algo como eso.

Empecemos Otra Vez (Kimporchay) Where stories live. Discover now