5. Buitres

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«Todo...». Esas cuatro letras, de pronto, le supusieron un mundo.

Ner meditó durante casi un minuto esa pregunta.

No quería arriesgarse a perder lo poco que le quedaba, pero también era cierto que, por primera vez, alguien le tendía la mano para ayudarla a combatir contra la mafia. Serían Devon y ella contra el mundo... Tal y como era el chico, intuía que más bien sería ella contra Devon y, además, contra el mundo.

«¿De verdad quieres arriesgarte? —se dijo—. No cuentas con el apoyo de la mitad de tu familia, no cuentas con el respaldo de la policía... Esto no es sensato».

No, no lo era, en absoluto, sin embargo, la mafia seguía matando, seguía rompiendo familias, y nadie movía un dedo por detenerla. No los vencería ni con la ayuda de Devon, pero se conformaría con hacerles daño. Tal vez lograría ser la primera de muchos que se atreviesen a hacerles frente.

Entornó la mirada. No recordaba cuándo le había revelado que le pusieron trabas en la comisaría para investigar. Supuso que habría sido durante la espera por el taxi o en el largo recorrido hasta la casa. Estaba tan agotada que apenas recordaba nada después de que Elena los abandonara en mitad de la noche.

—Tengo que saberlo... Lara me dijo que trabajaba como agente secreto, por eso viajaba mucho y no podía contarnos nada de sus misiones. —Tragó saliva con dificultad; batallaba para no llorar—. Era mentira, ¿cierto?

Devon sentía la aprensión de la chica, el ahogo en el pecho y la sensación del estómago vacío que le daba náuseas y, con lo que le iba a contar, no iba a mejorar. Le daba lástima. Aunque esa noche ella lo había buscado con intención de asesinarlo y le había apuntado con una pistola, le caía bien.

—Antes que nada, la mayor parte de las cosas que dije ayer no eran verdad. Lara era muy buena gente. A pesar de que casi vivía en el casino, nunca se gastó un duro en él. Lo de que fumaba maría sí es verdad, ¿quién no lo haría con la doble vida de mierda que tenía? Tampoco se follaba a todo el mundo, aunque sí tenía algún amante y bien merecido que estaba; además de ser buena persona, estaba cañón.

Para su sorpresa, Ner sonrió.

—Sí, ¿verdad? Por ella, Ana y Elena son tan guapas. Tenía un estilo y un tipazo...

—¡E imponía! Y tanto que imponía. —Sonrió al ir a hacer un comentario. Prefirió contenerlo y agachó la mirada—. Nadie la contrariaba, por eso El Viejo la puso a cargo de la mitad de su fortuna. Lara manejaba medio imperio de la mafia. Ese era su verdadero oficio, un trabajo muy bien remunerado y nada bonito. Por eso os mintió.

Ner se irguió, alzó el dedo índice como si pidiera permiso, se levantó y se marchó al salón. Sentía que algo se había roto en su interior, no sabía sien su cabeza o en su corazón.

Lara formaba parte de la mafia que ella quería detener. De hecho, había sido quien más la había apoyado en esa ardua misión cuando, en realidad, trabajaba para esa gente. ¡Trabajaba para el mismísimo Manuel del Toro! Se apretó el puente de la nariz, controlándose para no llorar. Sospechaba que su madre adoptiva ocultaba algo, pero que fuese un hecho tan grande la había trastornado.

Se cubrió la cara con una mano. Si Lara no era policía, su madre biológica no estaría acogida al servicio de protección de testigos como le había contado. Seguramente también pertenecería a la mafia y se había desentendido de ella o, peor aún, era hija de una víctima de El Viejo y Lara la había acogido por lástima.

—Ner... —susurró Devon desde la puerta de la cocina que comunicaba con el recibidor y no con el pasillo—. No sé quién lo hizo, solo sé que mataron a Lara cuando intentó escapar de ese mundo. Quería ser libre y no se lo permitieron.

El Dragón de los SuburbiosWhere stories live. Discover now