La peor conversación

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Al día siguiente, mientras el sol iluminaba todo el palacio, el ambiente de aquella mansión se mantuvo serena y tranquila, Eileen tenía una sonrisa oreja a oreja que era increíblemente envidiable.

Alysa estaba junto con Rodolfo y Marie, estaban platicando ligeramente sobre el imperio; hasta que la voz de Rodolfo se escuchó de una manera distinta a la habitual.

Con Bennett acostumbraba a hablar fuerte, pero con ella, era como un padre.

—Mi niña, sabes que nos gustaría bastante tener un nieto

Hablaba de una manera suave y dulce.

Cuando se trataba de estar solos, el ambiente cambiaba completamente.

—Pido paciencia, por cierto, ¿buscan quedarse en el imperio por largo tiempo? —inquirió Alysa con una sonrisa en sus labios y un tono de voz sumamente amable

—Por supuesto, tal vez dos o tres meses, como sabrás solo somos dos ancianos en una gran casa con sirvientes y algunos esclavos que hemos liberado, pero en temas de entretenimiento y compañía no es lo mismo que estar en esta, que fue nuestra casa —contestó Marie con un tono de voz amable, fino y sofisticado

Alysa entendió, asintiendo con la cabeza mientras la conversación continuaba, esperaba que ninguna palabra mal habitada saliera de sus labios.

El tiempo pasó, la conversación se alargó.

En la habitación de Eileen, recostada en una silla, observando  unas ilustraciones de hermosos vestidos que estaba a punto de comprar, su puerta fue tocada.

Una de sus damas de compañía la abrió, los pasos se hicieron fuertes y el sonido de un bastón la alertó.

Levantó la mirada fijándose en el recién llegado.

Se levantó del asiento, acercándose a Rodolfo que tenía una cara seria, abrió su vestido e inclinándose levemente mantuvo la cabeza abajo como si tuviera un problema grave con él.

—Salgan de aquí —ordenó a las damas

Ellas obedecieron cerrando la puerta al salir la última mujer, Rodolfo tomó la barbilla de Eileen levantándola, fijándose más en sus facciones, ya la había visto antes pero nunca le puso tanta atención como ahora, se sentía incómoda, algo en el duque no le gustaba y era esa mirada fulminante.

—Siéntate debo hablar contigo —soltó a la chica y busco un sofá donde sentarse

Lo siguió sentándose en frente de él, trataba de no verlo a los ojos, pero sería grosero de su parte, sabía quién era el hombre que tenía en frente y si quería agradar a su suegro, debía hacerlo de la mejor manera posible.

—¿De qué desea hablar? —inquirió con el tono más amable y suave posible

—¿Te gusta mi hijo? —preguntó Rodolfo con un tono de voz fuerte el cual la hizo temblar ligeramente

—Sí señor, es uno de los pocos hombres que de verdad valen la pena —contestó con plena seguridad

—¿Estás comparando al emperador con tu ex amante? —volvió a preguntar de aquella manera, pero con el ceño fruncido y casi botando humo del enojo

—N- No cómo cree yo, no soy ese tipo de mujer —respondió con nerviosismo

—Qué extraño, jure ver tu rostro en la casa de la familia condesa Flor. ¿No eras tú la amante de su tío?

Su rostro tomó un color pálido sobrenatural, que  no era de desear en una mujer.

Su pecho empezó a moverse de arriba a abajo  junto con su corazón que empezó a palpitar rápidamente, Rodolfo noto esto pareciéndole divertido, ya que había encontrado una de las debilidades de Eileen.

Ver a la pelirroja tan nerviosa lo llenó de un invaluable placer.

—No eras tú, ¿verdad? —inquirió nuevamente

—No —contestó con tanta seguridad que si no fuera porque Rodolfo ya lo sabía

Estaría en esos momentos convencido

Sin embargo, no jugaría con ella de esa manera, él tenía un plan y ella apenas podía ver sus intenciones.

—Escucha mujer, no hay necesidad de que mientas conmigo, me parece un gesto de mal gusto, debo admitir que la noticia me tomó por sorpresa y esperaba todo menos eso de ti, ahora déjame dejarte algo claro. No te tomes este lugar, no te acostumbres, no imites —hizo una pausa intimidando con la mirada, y vaya que lo estaba logrando debido a que los ojos de Eileen demostraban miedo —me he dado cuenta que la admiras, pero no más, basta que estés con mi hijo. Qué vergüenza —se levantó del sofá, fijó su mirada en la pelirroja y estaba baja, no le sorprendió —antes de irme, he escuchado que te interesa tener hijos con el emperador, que estupidez, quítate esa imagen de la cabeza, de sólo oír que lo pensaste fue sumarte asqueroso imaginarme el nieto de una esclava. Aun se me pone la piel de gallina de sólo pensar en eso —ante sus palabras Eileen levantó la cabeza con los ojos aguados, sus palabras habían sido sumamente hirientes —oye esclava, si comentas algo de la conversación con Bennett me aseguraré de que no vuelvas a respirar —amenazó al final y salió de la habitación

Aquel gran discurso la dejó sin palabras, con impotencia, con ganas de llorar y mucho odio ante él, quería ser amable, pero terminó humillada.

«Maldita sea, él y ella son tal para cual. Si Alysa fuera su hija definitivamente sería como él. ¿pero qué necesidad había de tratarme mal? Yo no le he hecho mal a los dos, ¿Por qué me tratan de una manera tan brusca? En todo el palacio soy la única que realmente es pura» pensó con impotencia y enojo

***

Más tarde

Alysa caminaba por los pasillos de su extenso palacio y analizaba las pinturas de cada una de las emperatrices que habían gobernado antes que ella.

Le gustaba conocer esa parte de la historia del palacio, entre esos tantos cuadros encontró uno de Bennett cuando era pequeño, le pareció gracioso ver al pequeño niño con grandes ojos, un vestido azul con cinta dorada rodeando su cintura y unos labios carnosos, había olvidado su cara cuando lo retratan.

Estuvo en muchas ocasiones mientras lo pintaba.

Recordaba su sufrimiento

—"Alteza quédese quiero" "alteza no se mueva" "alteza sonría" "alteza en cinco minutos terminamos" —la voz del pintor resonó en su mente.

Escuchó pasos más recatados y al girar su rostro, a la izquierda sus ojos azules se asomaron en Adrián que se acercaba a paso lento.

Estaba mirando la pintura de Bennett, le dio gracia ver su cara que hizo una pequeña risa con impotencia, agacho la cabeza y encorvado el dedo, lo llevó a su boca.

Alysa que estaba a su lado le causó curiosidad la razón de su burla.

—¿Adrián?

Levantó la cabeza y la observo

—Discúlpame, pero no puedes negar que es gracioso, las cosas que se hacen para complacer a los padres. Apuesto que odiaba ser pintado de esa manera —contestó

—¿Qué te hace pensar eso?

—Yo también era así, la expresión de Bennett me muestra su impotencia y al ser tan pequeño estoy seguro que deseaba jugar bastante, pero al tener a tus padres y a un pintor gruñón tienes que fingir todo el tiempo —respondió Adrián

—¿Cómo sabes eso? —volvió a preguntar y sus miradas nuevamente se encontraron

—La firma del pintor, Atíl, es el mismo pintor que me pintaba cuando yo era pequeño —respondió con una sonrisa

Falsa emperatriz [✔️]Where stories live. Discover now