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Eduardo había pasado la tarde del Domingo sentado en el sillón de su habitación del hotel sintiéndose desanimado. Se preguntaba por qué Mateo no había pasado por la habitación para despedirse antes de partir hacia la ciudad, ya que le hubiese gustado verlo una última vez. Un par de horas más tarde lo llamó por teléfono para saber si había llegado bien a su casa pero Mateo no contestó su llamada.

Volvió a sentir la soledad a la que estaba acostumbrado. Lo que más lo asustaba era no entender lo que le sucedía.

-¿Por qué me siento así como un adolescente que se está enamorando por primera vez? -pensó. - No quiero hacerme ilusiones con él pero no puedo evitarlo. Después de mucho tiempo de estar sólo disfruté realmente de estar con alguien.

Eduardo quería dejar de pensar porque todo en su mente lo hacía sentir abrumado. Decidió entonces ir a la cocina para comenzar a limpiar debido a que estaba demasiado desordenada después que había preparado ese Domingo el almuerzo para Mateo.
Una hora más tarde ya había concluido las tareas en la cocina cuando alguien llamó a su puerta. Atravesó la sala hasta llegar a la puerta principal, al abrirla quedó gratamente sorprendido.

- Señor Eduardo, buenas tardes. Encontramos a Missy en el hall del hotel.

Eduardo la tomó en sus brazos con mucha ternura. -Te estuve buscando por todo el piso del hotel, que traviesa que eres. - la reprimió - Muchas gracias. Es mi culpa porque seguramente dejé la puerta abierta y se escapó sin que yo la viese. Tendré más cuidado de ahora en adelante. - concluyó.

Missy corrió hacia la cocina en donde estaba su plato de croquetas y comenzó a comer mientras que Eduardo acariciaba su hermoso pelaje gris. -Al menos tengo tu compañía - pensó con un dejo de pena.

A la mañana siguiente Eduardo estaba profundamente dormido cuando la alarma del reloj comenzó a sonar. A tientas tomó el celular ubicado sobre la mesa de luz para detener la alarma. Se volvió a quedar entredormido hasta que la alarma sonó nuevamente un par de veces. Realmente no tenía ganas de levantarse de la cama; allí donde se encontraba a gusto aún podía sentir el perfume de Mateo entre sus sábanas. No conseguía quitarse de la mente los dos días de pasión que habían compartido hasta hace un par de horas atrás.

Tomó el celular que estaba apoyado en la mesa de luz y buscó en la guía del teléfono el número de Mateo. Necesitaba hablarle, escuchar su voz pero luego miró el reloj y vio que eran apenas las seis y treinta de la mañana _Quizás todavía esté durmiendo _ pensó _ No quisiera despertarlo tan temprano. Será mejor que espere hasta más tarde para llamarlo.

Muy en contra su propia voluntad se alzó de la cama para ducharse, vestirse y desayunar. Con la yema de los dedos quitó el vapor que se había formado sobre el espejo del baño donde vio reflejado su cuerpo y acarició la cicatriz que apenas se notaba sobre el pecho: del lado izquierdo casi muy cerca del corazón. Sintió una tristeza y un profundo dolor. Creía haber sepultado el recuerdo de ese día y de todo el dolor que había vivido desde ese momento que marcó parte de su vida. No estaba seguro si después de tantos años había logrado superarlo realmente. Primero se había culpado a si mismo por lo sucedido, creía que se lo merecía por no haber estado al lado de su pareja cuando ésta lo había necesitado.

_ Tal vez el error más grande que cometí fue el de no demostrarle lo mucho que lo amaba y ahora ya es tarde. Me prometo a mí mismo no volver a hacer lo mismo con Mateo , si él me da la oportunidad de estar juntos alguna vez.

Una cosa era cierta: ese muchacho le había hecho aflorar sentimientos que hacía tiempo no sentía. En el poco tiempo que estuvieron juntos se había dado cuenta que Mateo no había sido feliz en su relación anterior, no solamente por la traición que sufrió por parte de su ex-novio sino porque nunca se sintió verdaderamente amado de parte de él.

DE REPENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora