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El solo pensamiento de volver a ver al señor E. despertaba en el sentimientos encontrados: por un lado sentía alegría de volver a verlo y por otro la tristeza de saber que en la vida del señor E. había alguien más. -¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Me estoy interponiendo entre él y esa mujer? ¿Voy a ser el que le cause dolor a la persona que está con él?  ¿Soy capaz de ser tan egoísta?
La realidad es que me gusta tanto que no puedo resistirme a él. Esta será la última vez que lo vea, no quiero seguir sintiéndome culpable.

Mateo salió de sus pensamientos cuando se dio cuenta que estaba llegando a la residencia de adultos mayores para la entrevista de trabajo. Bajó del bus, caminó unas pocas cuadras bajo el cálido sol de la mañana hasta llegar a la gran puerta de rejas que franqueaba la residencia. Al entrar por la puerta principal se anunció a través del portero eléctrico para ingresar. Una vez allí, lo estaba esperando la secretaria, quien  lo condujo a la oficina del director.

El despacho del director era pequeño, ubicado hacia un ángulo del jardin. El amplio ventanal permitía ver casi todo el parque ubicado en la parte posterior del lugar.
Mateo estaba sentado frente al director de la residencia. Sentía los propios latidos de su corazón, las manos le sudaban y trataba de estar lo más calmado posible. No quería perder esa oportunidad. Necesitaba ese trabajo, no sólo por el sueldo, sino porque sentía la necesidad de tener su mente ocupada. Las últimas semanas no habían sido muy buenas, quería recuperar su vida normal. 

El director de la institución, un hombre de mediana edad y de pocas palabras, estaba leyendo detenidamente los antecedentes laborales  de Mateo. Lo había recibo muy cordialmente y le había agradecido la atención que él había tenido en la atención de su tía-abuela. 

- Sr. Cela -dijo el director mientras se quitaba los lentes y dejaba sobre la mesa el folio donde estaba el curriculum que Mateo había enviado con anterioridad a la entrevista. -Sus antecendentes son muy buenos. Creo que le daremos una oportunidad de trabajar con nosotros. Lo tendremos unos tres meses de prueba. Tendrá un contrato normal, acorde a las leyes vigentes. Eso lo verá con la secretaria que es la encargada de ese tema.

-Muchas gracias. Le agradezco que tenga confianza en mi desempeño. Daré todo de mí en mi labor. Le aseguro que no se arrepentirá de haberme dado esta oportunidad.

-Comenzará mañana en el turno noche, en el horario de diez de la noche a seis de la mañana. Estará a cargo del pabellón 5. En el segundo piso. Las reglas en esta intitución son simples: todo lo que ocurra en ese horario con los residentes  será de su exclusiva reponsabilidad  y del compañero que desempeñe las tareas junto usted dentro de ese horario. 

-Está bien. Entendido. Trataré de que no tenga ninguna queja sobre mí.

-Eso espero, porque el asumirlo como empleado es una responsabilidad que también es mía. Venga conmigo que le voy a presentar a la secretaría de la institución para que le de todas las indicaciones y le muestre las intalaciones.

El director y Mateo se levantaron de sus sillones, para luego dirigirse por un estrecho corredor hacia la oficina de la secretaria. Una vez allí ambos se despidieron con un apretón de manos, no sin antes hacer la presentaciones de rigor. 

La secretaría, de nombre Sara, con mucha simpatía pero con mucha atención le explicó cada uno de los aspectos de la labor que debería desempeñar en su dentro del horario que le habían asignado. El recorrido por la institución le llevó algo más de una hora, ya que también fue presentado a los integrantes del personal que se encontraban trabajando en ese momento.

Al salir Mateo se sintió más aliviado. - Que lástima que mi padre no pueda ver que estoy siguiendo mi vocación. Estoy seguro que estarías muy orgulloso de mi. - reflexionó con tristeza, y una lágrima rodó por su mejilla.  

DE REPENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora