Capítulo 26. La luna sin ella

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¿Por qué asumí que merecía ser feliz? ¿Por qué di por hecho que nuestra historia sería larga y cómoda?

Todos los días llueve dentro de mí.

Hay una tormenta en mi corazón.

—Tienes que comer algo —dijo Marcel mientras sujetaba el tenedor con un poco de fruta.

—No quiero —dije a secas.

—Jul, por favor, solo un poco.

No tenía hambre, quería seguir durmiendo.

Acomode mi espalda en el respaldo de la cama y deje que la futa entrara en mí, sentí nauseas, sin embargo, me esforcé por ingerirlo.

—¿Cuánto tiempo tenia?

—¿Perdón?

—Daira, cuantas semanas de embar...

Mi voz se cortó. Había un enorme nudo en mi garganta.

—Tres semanas.

Vi como limpiaba las lágrimas que comenzaban a salir. ¿Estoy siendo injusto con los que me rodean? Sé que Daira era amada por muchas personas más, pero, ¿podría cerrarme solo con mi dolor?

—Marcel, ya no puedo más, duele...

—Nada se compara con el dolor que estas sintiendo, no quiero ni pienso minimizar tu sentir, pero, te necesito, te necesito vivo.

—Ha pasado una semana y el dolor sigue intacto.

—Lo sé, y también sé que la herida no sanará tan pronto, pero, no te dejaremos solo —dijo Marcel, intentando esbozar una sonrisa, quería decir algo más, pero dudaba —.¿Quieres ir a dónde están sus cenizas?

Negué con la cabeza.

Aun no estaba listo para enfrentarme a un adiós definitivo. Sé que era lo primero que quería hacer cuando saliera del hospital, pero, me equivoque. No tengo la fuerza necesaria para enfrentarme a la monstruosa realidad.

—Marcel —suspiré, tragué saliva e intenté volver a hablar—. ¿Cómo está la madre de Daira?

Sus ojos siguieron un trayecto por toda la habitación. Me miro y logró responder.

—La última vez que la vi, estaba estable.

—Para ella, ¿también soy culpable?

—Jul, tú no eres culpable de nada.

—Lo soy, si tan solo no hubiese manejado, ella seguiría aquí, conmigo.

Mis lágrimas salían apresuradamente, mi pecho comenzaba a dolerme y mis manos temblaban.

Sentí los brazos de Marcel rodeándome con fuerza, solo así pude tranquilizarme.

—¿Puedes dejarme solo? Por favor.

Asintió con la cabeza y salió de la habitación.

¿Qué fue lo último que pensó? ¿Sintió mucho dolor? Si tan solo no hubiese manejado, ella seguiría aquí, conmigo.

La casa huele a ella, las paredes pronuncian su nombre y la habitación me inunda de recuerdos. Estoy acorralado.

No sé si lograré salir.

Me deslinde de mis responsabilidades de la empresa, mi padre le pidió a Orson que se encargara de ello, por mí. Los chicos a veces vienen a visitarme, pero honestamente, cada vez que vienen me siento aún más vulnerable.

—¿Podemos pasar? —escuché la voz de Paul.

No podía negarme.

—Adelante.

Al otro lado de la LunaWhere stories live. Discover now