Capítulo VI: Desliz emocional

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El Gran Premio de Países Bajos había llegado y con este, la reintegración de Lewis a la fórmula 1, el piloto de Mercedes había sido dado de alta definitiva por parte de su doctora, lo cual le permitía ser partícipe de la carrera.

Sobrellevar la lesión cerebral había sido un martirio para él, pues le impidieron hacer un montón de cosas que formaban parte de su rutina como deportista de élite, por eso se llenaba de frustración y un sentimiento de inutilidad que por un momento le hizo pensar en si realmente era necesario que él volviera a la parrilla.

Por suerte aquello no pasó a más de un pensamiento intrusivo.

Empezar a ejercitarse al mismo ritmo de antes y practicar, le habían ayudado a despejar su mente, sobre todo, después de su charla con Sergio en el Gran Premio de Bélgica, en donde el hombre de Red Bull se sinceró mucho con él, hablándole de sentimientos y emociones, cosa que le resultó muy atípica; su cabeza no dejaba de darle vueltas a la idea de que quizás, él podría ayudar a Checo con su estado o al menos intervenir para hacerle sentir mejor, de alguna manera. Sin embargo, su parte racional, le recordaba que no se llevaba precisamente bien con el piloto mexicano y que siempre habían llevado una relación un tanto explosiva, llena de discusiones o desacuerdos por sus personalidades tan distintas.

Frustrado, se quitó los AirPods y miró a sus alrededores, era la única persona usando el gimnasio debido a lo temprano que era y, por un momento, aquella soledad junto al ensordecedor silencio, hicieron que la intensidad de sus pensamientos incrementara.

¿Por qué yo tendría que ayudar a alguien como él?

Esa era la pregunta que más rondaba por su cabeza, la cual estaba hecha un lío. Pensar en Sergio le generaba una sensación que lo hacía sentir demasiado raro, de solo tener la imagen del hombre de Red Bull en la cabeza, le daba escalofríos, pues nunca había tenido tanto en cuenta a Checo, como hasta ahora.

—Oh, está ocupado —y como si de una especie de invocación se tratase, el mexicano apareció por la puerta del gimnasio.

Sergio recorrió el transpirado cuerpo de Lewis con la mirada, llevando sus ojos de arriba hacia abajo, como escaneando al británico. Ver cómo las gotas de sudor hacían brillar la piel morena del hombre de Mercedes y la manera en la que los músculos de su espalda se marcaban, distrajo por completo al mexicano de su cometido: el cual era entrenar.

—Mis ojos están arriba, ¿Sabes? —al escuchar la voz de Lewis, Sergio subió la mirada y esbozó una risita.

El piloto de Red Bull se encogió de hombros y continuó riéndose.

— ¿Ya terminas? —inquirió el latino, mirando como ciertos utensilios estaban dispersados por el suelo.

—Sí, en un par de minutos —contestó el británico, enfocándose en lo que tenía por hacer.

—Entonces espero.

Sergio se sentó en una banca vacía primero mirando el lugar y luego centrándose en el hombre que tenía en frente. De alguna manera, le llamaba mucho la atención ver a Lewis en el lugar y aunque no estaba haciendo algo de otro mundo, al mexicano le apreció la cosa más interesante el verlo entrenar.

Cada día que pasaba se preguntaba a sí mismo porqué Lewis le parecía tan extrañamente atractivo, porqué un hombre y porqué específicamente él. Experimenta cosas extrañas cada vez que está cerca del británico y, aunque al inicio haya querido negarlo, últimamente ha optado por dejar de hacerlo.

No se puede ignorar al elefante en la habitación, dice un dicho.

Y Checo se había resignado a eso.

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