Capítulo XIV: Gran Premio de México

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Las semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, desde el Gran Premio de Japón Lewis y Sergio se habían vuelto aún más cercanos, hasta el punto de enloquecer a los periodistas y su misma fanaticada por aquello. Todos los ojos estaban sobre ellos, eran como una nueva moda dentro del paddock, muchos hablaban y daban su opinión al respecto, en cambio otros simplemente actuaban con normalidad, como si su reciente cercanía no fuera algo de otro mundo. Incluso los mismos pilotos de la parrilla de vez en cuando los molestaban, pero nada desagradable ni molesto; ellos se habían acostumbrado a eso.

De alguna forma lograron solucionar sus problemas y hasta el momento no habían vuelto a tener discusiones por su falta de comunicación o sus acciones. Hamilton había bajado un poco más la guardia y ya no estaba a la espera de un comentario dudoso de Sergio, aunque seguía sabiendo que el hombre de Red Bull tarde o temprano podría decirle alguna cosa sacada de onda, pero esperaba que ya no fuera algo que afectase su relación.

Durante el Gran Premio de Estados Unidos y tras el podio que obtuvo Lewis, ambos celebraron en la habitación del británico, tal cual se habían acostumbrado a hacer, era de ese tipo de celebración que empezaba con un par de besos y que acababa con toda la ropa en el suelo. Checo se sentía tan feliz por Hamilton, como si él hubiese obtenido aquella posición o los puntos en la carrera, le llenaba el corazón verlo tan alegre después de todo lo que le había sucedido a lo largo del año, notó que su confianza hacia sí mismo poco a poco iba reconstruyéndose y que finalmente había aceptado que su equipo no había construido un buen coche para la temporada.

Ahora, habiendo pisado tierras mexicanas y tras haber pasado su primera noche con él, se sentía más cerca de Lewis que nunca. Por primera vez en mucho tiempo era reconfortado gracias a la compañía de una persona que se preocupa genuinamente por él y a quién de verdad le importaba, la calidez, además de la calma que le imparte el británico, son cualidades irrepetibles de él, que sabe que no encontrará en otro sitio. Lewis Hamilton le ha enseñado colores que sabe muy bien que no podrá ver con nadie más, ni en miles de años.

— ¿Cómo te sientes? —le preguntó el piloto de Mercedes, una vez logró acomodarse a su lado en el asiento del helicóptero de Sergio.

Tendrían que volar durante algunos minutos hasta llegar al autódromo, había tanta gente en la ciudad debido a que era fin de semana de carrera y todos estaban emocionados por ver a Checo en el circuito. Era la figura que más resaltaba durante ese Gran Premio, ¿Y cómo no lo sería si estaban en la tierra en la que había nacido? Si estaban en México.

—Un poco nervioso —contestó después de unos segundos, recostándose en el cuerpo del contrario —. Hay muchas personas que esperan cosas buenas de mí hoy.

—Lo harás bien —Lewis tocó su cabello de manera cariñosa.

—Eso espero, no quiero decepcionar a la gente de mi país haciendo alguna estupidez durante la carrera —continuó hablando, esta vez mirando sus manos las cuales estaban inquietas —. Eso me convertiría en un hazmerreír.

No es que le molestara o algo por el estilo, pero sentía mucha presión al estar en México, en el buen sentido, claro. Después de todo, era el único latinoamericano en la fórmula 1 y, así mismo, el único mexicano, debía dejar en alto a su país y a su gente, aunque aquello le alterase los nervios. Aunque había pasado mucho tiempo desde que era parte del mundo del automovilismo, aún no terminaba de acostumbrarse a aquello que conllevaba tener una carrera en casa; buscaba tener mucha validación por parte de sus compatriotas, al igual que aceptación, por lo que un paso en falso podría destruir todo para él.

Repentinamente Hamilton lo tomó del mentón, obligándolo a verlo. Los ojos cafés del británico lo inspeccionaron con lentitud, recorriendo su rostro el cual tenía una expresión afligida y tras acariciar la zona en donde se encontraban sus pecas, se acercó lo suficiente para depositar un beso en su frente, como queriendo reconfortarlo.

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