Capítulo X: En Singapur

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Las horas de entrenamiento, la meditación, el esfuerzo constante, las ganas de hacer las cosas bien y la motivación eran ingredientes fundamentales para poder explicar la felicidad del momento. Los fuegos artificiales brillaban sobre el oscuro cielo, llenándolo de colores y un sinfín de destellos.

El circuito callejero de Marina Bay se veía cómo de película, los reflectores de luces alumbrando la pista, la cantidad de gente reunida y el estallido de los fuegos artificiales era algo que hacía de la experiencia agradable, mucho más para Sergio, quien se encontraba muy contento por haber ganado la carrera.

Este circuito como tal era un reto para todos en la parrilla, porque no solo demandaba concentración y fuerza mental, sino también resistencia física debido a las condiciones climáticas. De hecho, este circuito es tan demandante para los pilotos que muchos terminaban casi al borde del colapso, perdiendo más líquido de lo normal por la transpiración, hastiados y sumamente cansados.

«Nunca te rindas» era la frase que decoraba su casco y su mantra. Ahora, tras una etapa de incertidumbre e insuficiencia, abrazaba más que nunca aquellas palabras, más aún, después de la victoria que estaba celebrando.

—Felicidades, Checo —escuchó por parte de los pilotos de Ferrari, quienes habían entrado al podio con él.

—Buena carrera —le dio un apretón de mano a sus dos amigos.

En cuestión de segundos se acercó hacia dónde la gente de su equipo se había reunido y se lanzó hacia ellos, celebrando su pole en Singapur. Decir que se encontraba feliz, era poquísimo para explicar todas las emociones que verdaderamente experimentaba, un sentimiento de autorrealización se había instaurado en él, al igual que paz, finalmente paz con él mismo.

Todas aquellas ideas de reproche hacia sus propias acciones o errores, desaparecieron por un momento, siendo reemplazadas por ideas positivas, como que era capaz de llegar a ganar el campeonato de pilotos algún día, que aún debía seguir en el mundo del automovilismo porque tenía más por ofrecer y que hacía las cosas bien.

Aparte de su propia fortaleza, agradeció internamente a Lewis Hamilton por haberlo escuchado en aquellos momentos donde lo necesitaba, por haber estado con él cuando sentía que no era lo suficientemente bueno para continuar o que siempre sería eclipsado por su compañero de equipo.

Los mecánicos e ingenieros palmearon su espalda con emoción, unos cuantos golpeaban levemente su casco y sintió que muchos lo abrazaban. En ese momento se sintió realmente importante y querido por su equipo, bueno, realmente se sintió valorado por todos. Su esfuerzo había valido la pena y, ahora, las noches de sobrepensar o los pensamientos intrusivos, no eran más que un desliz.

Varios minutos después se encontraba en el podio junto a los otros dos hombres, una vez los premiaron, llevaron a cabo la característica celebración de la fórmula 1 con el champagne; batió su botella mientras se acercaba a Carlos Sainz, ocasionando que el líquido burbujeante cayera sobre su rostro, luego hizo lo mismo con Charles Leclerc, los tres hombres se encontraban felices y se divertían ahí, frente a toda la gente que los apoyaba y las cámaras.

Cuando la celebración acabó, los tres se bajaron del escenario a paso rápido, mientras cuchicheaban.

—Salgamos hoy —propuso Charles, aún sosteniendo la gran botella de champagne y cada cuándo sorbiendo de esta —. Por favor.

— ¿Me lo dices a mí o a tu novio? —habló el mexicano, en un tono burlón, mientras observaba al monegasco.

—Se lo digo a los dos.

— ¿No estás cansado? —intervino el español, mirándolo con curiosidad —. Porque yo sí.

—Y yo también, necesito un masaje, siento muy tensos mis músculos —bostezó Sergio, mientras se abría un poco el traje por el calor que sentía.

MagneticWhere stories live. Discover now