Capítulo XII: Tan en serio

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Rasguños sobre la espalda contraria, mordisqueos leves y el movimiento de los cuerpos jadeantes.

Los dos pilotos habían llegado a Japón juntos y en ningún segundo se habían separado. De hecho, apenas pudo, Sergio había escapado de su habitación para ir a la de Lewis. Ya se le había hecho costumbre y adoraba tanto pasar al lado del británico.

—No puedo creer que hayas faltado a la reunión de tu equipo para esto —habló el británico en un susurro, aferrándose al cuerpo del mexicano, quien estaba sobre él.

Checo sujetaba la cadera de Lewis con delicadeza, haciendo que estas se muevan hacia sí, para poder hundirse aún más en el cuerpo contrario, la calidez del interior del británico y los constantes jadeos e incluso gemidos que emitía, lo tenían idiotizado. Ver cómo el cuerpo del británico se contraía debido a sus movimientos, notar cómo el sudor hacía brillar su piel y escucharlo, era algo de otro mundo. Amaba esa nueva versión de Lewis que había descubierto, tanto que no podía soltarla.

—Sabes que no soy un chico malo, pero hago cosas malas contigo —fue lo que respondió el de Red Bull, en forma de susurro, mientras se acercaba a los labios de Hamilton y los besaba con fiereza.

No transcurrió mucho para que sus lenguas se encontraran y para que las embestidas del piloto de Red Bull fueran más toscas y profundas, Lewis apretó sus piernas contra Sergio y rasguñó su espalda de manera no intencionada, hasta el punto de hacerla sangrar. Y a Checo le fascinaba aquello.

La falta de oxígeno les afectó a ambos, por lo que el mexicano optó por separarse de los labios del contrario, pero no cortó la cercanía entre ellos. De hecho, los brillantes ojos cafés de Sergio observaron hasta el más mínimo detalle del piloto de Mercedes, sus largas y curveadas pestañas cubriendo sus ojos llenos de placer, sus hinchados labios rosados y entreabiertos, su perlada frente por el sudor; era una imagen tan majestuosa que estrujó por completo el corazón del latino.

—Eres tan perfecto, Lew —lo besó en la mejilla con cariño, sin detener los movimientos de su cadera.

El británico arqueó un poco la espalda y cerró sus ojos con rapidez, dentro de él se avivó una sensación de extrema satisfacción que solo con Sergio experimentaba, la parte baja de su estómago cosquilleó, los latidos de su corazón se aceleraron más que antes y el volumen de sus gemidos fue en incremento, se sentía en otro plano, estaba levitando y derritiéndose. Lo último que dijo antes de explotar de placer fue el nombre del hombre que tenía sobre su cuerpo, en voz alta.

Ambos se corrieron casi al mismo tiempo y se lanzaron una mirada llena de complicidad que no pudo describir mejor lo que estaban sintiendo en aquel momento, se entendían de la mejor manera posible y la conexión que tenían había incrementado tanto que no había necesidad de palabras, para comunicarse. Era como si se hubiesen mezclado, como si hubieran logrado complementarse por completo, eran Sergio y Lewis uniéndose en cuerpo, mente e incluso alma, completando aquella transición de su relación que siempre debió suceder, pero de la que retrasaron un montón el proceso.

—Te quiero —dijo el británico después de unos minutos, recuperando la compostura.

Envolvió su cuerpo con la blanca sábana de la cama, mientras observaba de manera enternecida a Sergio, el cual estaba recostado a su lado, con la mirada fija en él.

Checo se acercó lo suficiente a él como para plantarle un beso lleno de pasión y cariño, acariciando la suave piel de su mejilla con su mano. Sus belfos estaban sincronizados y de alguna manera lograban expresar lo que las palabras no. Se querían, se deseaban, se conectaban cada vez más y eran tan magnéticos como siempre lo habían sido, eran simplemente ellos mismos, en su mundo, su tan deseado mundo.

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