LVI

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Capitulo cincuenta y seis

Narrado por Marizza.

Una semana.

Una semana completa transcurrió desde que me reincorporé al Elite Way School, y las cosas parecían mejorar... o algo así. 

Mis amigos seguían a mi lado, y todo estaba bien entre nosotros. Tener nuevamente a Manuel, Luján, Pilar, Luna, Marcos y Nicolás a mi lado era un consuelo inmenso. Ellos eran increíbles; no solo me perdonaron, sino que me hacían sentir bien todo el tiempo. Siempre que alguien aparecía para reírse de mí o recordarme el daño que causé, ellos me defendían, me tranquilizaban y me daban el aliento que necesitaba para seguir adelante.

Si, soy afortunada. 

Por otro lado, Mia seguía siendo un tema complicado.
continuaba alejada de sus antiguas amigas, cosa por la cual me sentía culpable, aunque ella constantemente me remarca que no fue mi culpa, sino de ellas. Nadie obligó a Felicitas y Victoria a estar con el novio —extremadamente mujeriego—  de su mejor amiga, pero aún así me sentía responsable de que Mia se enterara de la peor manera posible. Además, yo quise usar esa información para destruirlos. 
En fin, ella no estaba sola; pasaba la mayor parte del tiempo con Manuel, y yo también trataba de sumarme a sus charlas de vez en cuando. A pesar de que Mia había sido mi enemiga, ahora no podía soportar verla sola sin sentirme mal por ella.
Pablo, su ex novio, también le hacía compañía a Mia. A pesar de todo lo que había sucedido entre ellos, mantenían una buena relación. Era extraño ver cómo podían llevarse bien después de todo lo que habían pasado juntos, pero me alegraba ver que al menos podían ser amigos.

Hacía todo lo posible para que Mia no se enterara de que yo seguía sintiendo cosas por su ex novio, y me avergonzaba admitirlo.

Desde aquella tarde en la que nos descubrieron besándonos y luego escuché la cruda verdad —que él siempre hacía lo mismo con diferentes chicas—, dejé de hablarle. Parecía que Pablo lo había notado, porque desde entonces dejó de perseguirme y se resignó a verme desde lejos, sonriéndome cuando nuestras miradas se cruzaban repentinamente. Nadie se atrevía a decir más nada, quizás porque era lo mejor.

No voy a negar que lo extraño, pero necesito alejarme, es por mi propio bien, y por el bien de mi salud mental.

Pero no solo Pablo estaba distante. Tomás también lo estaba conmigo. Él solo me saludaba cuando nos cruzábamos por los pasillos, pero ni siquiera se detenía a conversar conmigo. Sabía que me lo merecía después de rechazarlo, pero no podía evitar sentirme mal al respecto.

Ese día nos tocó la clase de arte con el profesor Andrade, quien dio una consigna que no me gustó para nada: un trabajo en equipos al azar.

Había otras veinte personas en el curso, pero al parecer la suerte no estaba de mi lado, porque al elegir los nombres al azar desde una bolsa de tela, mi nombre salió junto al de la persona a la cual trato de evitar: Pablo Bustamante.

Lo miré desde la otra esquina del salón de artes, con su mirada inexpresiva clavada en mí. Desearía poder saber qué pasaba por su mente en ese momento, pero era imposible adivinarlo. Volví mi vista al frente casi de inmediato, mordiéndome el labio inferior... Tal vez, trabajar con Pablo no sería tan malo, se supone que él y yo tenemos buena relación ¿Qué es lo peor que podría pasar?

La respuesta llegó casi de inmediato, luego de decir mi nombre y el del rubio. De manera aleatoria, salió el nombre de Pilar junto al de Tomás Escurra. Casi al instante, mi amiga habló frente a todo el salón:

—Profesor, ¿puedo cambiar de parejas con Marizza? —dijo, confundiéndome por completo.

El profesor Andrade nos miró con una ceja levantada, evaluando la situación.

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