Rojo.

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El vestia de rojo, lo podía observar desde la otra esquina, mi vestido era similar a su color, solo un poco más oscuro.

Me quedé observando su cuerpo, parecía moldeado bien, era moreno con cabello peinado hacia atrás, sus ojos eran verdes o creo que grises, no podía notarlo desde aquí.

Sinceramente pensé que vendría a esta gala para aburrirme, mi marido de contrato quería dar su discurso sobre una empresa. Algo que me molestaba, el no sabía nada sobre gestión de empresas y venía con sus aires de grandeza.

Yo estaba detrás de el, con mi mano en su hombro y sonriendo complaciente a todo ser que se me acercara. 

Mi pareja, habla con unos japonés sobre unos temas que ya me sabía, pero el no, así que aveces tenía que susurrarle algunas cosas para no dejarlo en mal visto.

En un punto me retiro a buscar algo de comer y sentirme liberada de aquellos seres que me hacían agonizar.

Mi marido podía arreglar su asunto por su cuenta, yo estaba por el dinero de nuestras empresas.

Cosa que yo maneja bien, la mía y la de el, dado que su padre abandonó el puesto dejando al inútil de Cardozo.

Cardozo, era un ignorante encantador puro charlatán, de aquellos que te venden un bazo por 10 pesos o 1000, era un premio y castigo.

La mano helada sobre la tela en mi vestido me exalta. A mí costado estaba el hombre de rojo.

–Señora de  Cardozo, buenas tardes.

–Vanessa Blou, no soy de nadie, tengo mi propio apellido.

Después de eso me alejo.

(...)

Vi la habitación , mi marido estaba dormido, luego de haberlo hecho, sinceramente no sirve para esto.

Me daban ganas de romper algo por la misma ansiedad y enojo de estar con el. No sabía complacer a una mujer.

Ya era demaciado para mí cordura aveces, solo pensaba en acabar el.

¿Y yo que? Me enoja pensar en el imbécil, en qué no entendía que no soy un puto objeto o robot.

Mis pasos se hacían más lejanos hasta llegar a la biblioteca, toque uno de los libros abriendo mi pasillo favorito.

Entre a mi mundo, tenía luces de calidad baja en rojo, las paredes bordadas del mismo color, una mesa, sillones y una pequeña cama con una biblioteca de madera con mis libros favoritos, también una Tv para mis canciones.

Este era mi lugar. Pero algo me inquieta, es ver qué mi cama estaba destendida, cuando me volteo veo al hombre que captó mi atención enfrente mío.

–Vanessa...– susurra.

Asiento confundida.

–Soy yo, ¿Qué mierda haces aquí?– hablo curiosa y asustada.

–Buscaba un libro y toque aquel que abrió este, ingrese aquí y quede maravillado con el lugar, también las velas le dan un toque hermoso y elegante.–  dice mientras se acerca a mi.

También tengo velas de olor.
Siento la respiración estancada en mi estómago.

Quería correr, pero no lo haría.

–Tienes un vocabulario bastante vulgar.– marca mis errores pasados.

Ni modo, ni que yo no me diera cuenta, es mi manera de ser si no le gusta que se jode.

Antes de decirle algo, sujeta mis manos y las pone sobre mi cabeza.

–Creo que usted está así porque no tiene un hombre al lado que le haga sentir tan bien como merce.– susurra cerca de mi oído, me da un escalofrío del bueno.

Relatos Sexuales. Where stories live. Discover now