C A P Í T U L O 1

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Odiaba la lluvia, porque traía consigo recuerdos de mi niñez que no quería rememorar y, aunque ni una gota había caído del cielo, el solo tono apagado de las nubes era suficiente para llenar de angustia mi corazón.

Aquella época seguía bastante fresca en mi memoria, reproduciéndose una y otra vez en mi cabeza porque algo en mi interior era incapaz de superarlo.

Fue en un día lluvioso. El agua caía a cantaros y los rayos iluminaron el cielo con insistencia, mientras el estruendoso sonido que generaban después me atormentaba al punto de querer escapar de allí, aun y cuando no quería irme.

Mi abuelo había enfermado repentinamente y por ello tuvimos que viajar de urgencia a Irlanda para acompañarle. Aquel viaje no fue tan gratificante como los anteriores que habíamos hecho. Mi familia siempre alegre estuvo irreconocible y el ambiente en la casa familiar fue asfixiante para un niño que no comprendía lo que estaba ocurriendo.

De todos mis hermanos, yo había sido el más unido a mi abuelo y por ello pasé mucho más tiempo con él en sus últimos momentos. Aunque hubo una noche en particular en la que él mismo me mandó a llamar porque quería hablar conmigo.

Algo muy inusual en él.

En ese momento, aunque hubiese querido, no pude olvidar el aspecto demacrado y débil que mostró en aquella cama que habían dispuesto solo para él en aquel entonces. Él había sonreído y me había tratado con esa extraña combinación entre cariño y rudeza tan característica de él.

Desde mi percepción de niño, pensé que mi abuelo había actuado raro ese día. No me había dirigido la mirada ni una sola vez y solo observaba a la lluvia caer con fuerza al otro lado de la ventana.

Estuve bastante atento a sus movimientos, aunque también me sentí asustado por el ambiente tan extraño que reinaba en la habitación.

"—La vida es como un puñado de arena en nuestras manos —había susurrado de pronto—. Sin darnos cuenta, puede irse de ellas ante el menor soplido del viento".

En aquel entonces, no logré comprender lo que aquellas palabras significaban. Pero las que me marcaron de por vida, fueron aquellas que dijo cuando dejó de mirar hacia la ventana, para fijar sus ojos en mí con una pequeña sonrisa que pocas veces vi en su rostro:

"—Derek, nosotros no tenemos control sobre todas las cosas en ésta vida porque habrán situaciones que se saldrán de nuestras manos".

—¿Por qué, abuelo? —pregunté, aun y cuando no comprendía del todo sus palabras.

"—Si pudiésemos controlarlo todo, entonces..., ¿cuál sería el punto de vivir?"

Con el pasar de los años conjeturé que él no había querido que yo le recordase de esa manera. Y que todo lo que había intentado era dejarme un recuerdo grato, aún y cuando supo que falló de manera miserable.

Un golpe en la puerta me hizo parpadear un par de veces, para apartar los recuerdos que me invadieron. Levanté la cabeza y observé la puerta con extrañeza, antes de mirar la agenda abierta sobre mi escritorio en dónde había estado reescribiendo mi plan de vida, en base a las nuevas circunstancias en las que me encontraba.

Estiré mis brazos sobre mi cabeza y me quejé cuando tuve un pequeño tirón en la espalda por haber estado en la misma posición durante tanto tiempo. Me levanté de la silla giratoria y mientras caminaba hacia la puerta, pensé en lo mucho que últimamente había estado recordando las palabras que mi abuelo me había dicho antes de morir, a tal punto que comenzaba a preguntarme si no se trataba de una señal.

Me había sentido desganado desde que me enteré que las cosas cambiarían para nosotros con la mudanza. Pero aún así no hubo nada que pudiese hacer para evitarlo, por lo que las palabras de mi abuelo solo eran un recordatorio de que a veces las cosas no salían como queríamos.

El enigma de Derek  [P#2]Where stories live. Discover now