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Mich nos condujo dentro de la escuela, y de ahí a la parte trasera por medio de una de las salidas de emergencia. Era evidente que no iba a llamar a la policía o a entregarme a mí o a mi hermana con la rectora del colegio para que tuviéramos un problema... Claro que eso no significaba que no estuviera molesto, o al menos muy confundido, pues en todo el camino lo único que escuché fue el sonido de nuestros pies por el piso de los pasillos. La primera vez que me habló, lejos de un hola o un saludo, fue con la intención de darme las llaves de su auto y decirme que con Jo lo buscáramos en el estacionamiento, entráramos y lo esperáramos ahí, que iba a darse la vuelta para que ningún estudiante nos fuera a ver caminando juntos al mismo vehículo. No explicó porqués, solo volvió a entrar por la puerta de emergencia y nos dejó ahí, bajo la luz de media tarde, observando las llaves del auto.

Jo tampoco me habló, y ella sí que no se cortó en hacerme saber su molestia con una mirada que se transformó en un bufido antes de echarse a andar. Al final, ella también conocía muy bien el auto de Mich. No tardamos en encontrarlo en el aparcamiento de los profesores; subí en el lado del copiloto, ya se me había hecho costumbre, y ella me acompañó en el asiento trasero.

El silencio era espantoso, hacía que me volviera hiperconsciente de mí mismo, de mi respiración, de mis piernas y manos y de la sensación de pronto asfixiante de la ropa sobre mi cuerpo. Subí la mirada y traté de encontrarme con sus ojos desde el retrovisor, y lo conseguí, solo para que un segundo después la evadiera por completo. No podía hacer eso, no ese día, no con ella.

—¿Puedes decirme qué te pasa? —inquirí, con mucho más cansancio que molestia. Su respuesta no tardó en llegar; desde el espejo la vi enarcar las cejas con indignación antes de erguirse en el asiento.

—¿Qué me pasa? Por qué no mejor me dices qué te pasa a tí, Illya. —Su ceño se frunció y el timbre de su voz comenzaba a elevarse—. ¿Cómo te parece que reaccione si vienes y armas una escena en mí escuela de ese modo? ¿Tienes idea de qué van a decir los demás? Van a hacerme la vida imposible, si alguien aún no se enteraba del tema con Tyler, ahora van a saber. Y me van a echar en cara que me escondo detrás de las piernas de mi hermano.

—Tú me dijiste que me hiciera cargo.

—¡Sí, pero no así! —gritó, exasperada. Yo no me sentía mucho más en mi centro—. Lo jodiste todo, pero todo.

—Perdón por pensar que si me dijiste que me encargara de Tyler, que te molestaba en la escuela, creer que tenía que venir a hacerme cargo del asunto.

—No entiendes nada.

Sentenció, cruzándose de brazos y volviendo a mirar por la ventana para no tener que verme a mí. No obstante, no era capaz de dejarla ir tan fácil, no podía solo darle la razón cuando no entendía por qué estaba así. Si me hubiese dicho con claridad lo que quería, quizá ninguno de los dos tendríamos que haber pasado por algo así.

—A ver, entonces explícame.

—No voy a hablar contigo, porque igual no vas a entender.

Quise reírme, aunque la situación de graciosa no tenía un pelo.

—De nada, por cierto.

—Jódete, Illya, de verdad.

Me acomodé de nuevo en el asiento, deslizando las manos por encima de la tela de los jeans para secar el sudor nervioso y, más importante aún, liberar un poco de aquella frustración que empezaba a picarme en las palmas de las manos y me exigía que me moviera. Bajé la ventana del auto para que entrara un poco más de aire, pues de pronto sentí que tenía el rostro caliente y el oxígeno era espeso, difícil de respirar.

Las páginas que dejamos en blanco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora