Pedro Pascal [One-shots] Actor & Personajes

Pedro Pascal -Sale a la luz

❥Narrador: Segunda persona.

...

— Escucha, sé que estuve a punto de morir ese día. — Pedro te observó con intensidad. Podía notar como fruncías la cara en un intento por demostrar "seriedad" — Pero no puedo... Basta, ¡no hagas eso! — Se quejó dejando escapar una suave risa al ver que un leve temblor había aparecido en tu ojo derecho mientras te "enfocabas", y efectivamente, no aguantaste más, soltando una carcajada que no cesaba por más que quisieras.

Pedro tuvo que agarrarte de la cintura cuando casi resbalas del sofá en el que ambos se encontraban sentados. Contagiado por tus largas inspiraciones para tratar de recuperar tu aliento, él solo pudo reír mientras negaba con la cabeza.

— Lo siento... lo siento. — Limpiaste las pequeñas lágrimas que se habían escapado de tus ojos ante tus ataques de risa.

— Es la séptima vez que te disculpas. — Su antebrazo se apoyó sobre el espaldar del sillón, recostando su mejilla en la palma de su mano.

— Ya sabes lo que dicen, la octava es la vencida. — Proclamaste el refrán en español.

— Así no es el dicho. — Él frunció las cejas, pero manteniendo su sonrisa intacta.

— Pues no soy Galileo Galilei.

— Él no era...

— Como sea. Tampoco soy actriz, así que no me pidas demasiado. — De forma dramática dejaste caer la cabeza cerca del brazo que se encontraba sosteniendo su mejilla.

— Solo necesito que me escuches. — Pedro te miró con ternura. — Pero no puedo concentrarme si haces caras de estreñimiento crónico.

— ¡Oye! — Te incorporaste nuevamente.

— Tal vez deberías ir al doctor. — Siguió burlándose.

— Muy gracioso, Pascal. — Lo observaste con fingido enojo. Pero él seguía sonriéndote... como siempre. Un único hoyuelo en su mejilla contra el que no podías luchar. — Tal vez deberías buscar a alguien más para que te ayude con tus cosas de actor.

— ¿Qué?, ¡no! — Tomó tus manos y levantó ambas cejas, desesperado por convencerte. — ¡Eres tú a quien quiero!... Porfa.

— Bueno, ya que insistes. — Mencionaste entre risas.

— Santo Dios, que diva. —El hombre rodó los ojos divertido.

Y ambos rieron, burlándose sus tontas "peleas". Realmente no recordaban la última vez que se habían enojado enserio con el otro, y es que sus roses, siempre se solucionaban tan fácil como preparar agua de panela. Era como si, inconscientemente, no pudieran odiarse por más desacuerdos que tuvieran.

— ¿Ya se te pasaron los nervios? — Inquirió una vez el ambiente se aligeró.

— ¿Quién dijo que estaba nerviosa? — Ahora fue tu turno de apoyar el codo en el espaldar para sostener tu mejilla con tu propia mano.