Capitulo 23. Los fugaces somos nosotros.

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Pedri

Me moví sobre la cama con cuidado para no chocar con el cuerpo de Grecia pero abrí los ojos de golpe al no sentirla cerca mía, mire la hora al ver que eran casi las cinco de la mañana.

—¿Grecia? —hablé dormido pensando que estaría en el baño pero no obtuve respuesta— ¡Grecia! —grite nervioso perdido por no tenerla conmigo—

—Estoy aquí —gire mi vista y la vi asomada en la terraza rápidamente salí de la cama—

—¿Que haces aquí? Te vas a congelar —dije al salir y se encogió de hombros— No me puedes dar estos sustos.

—No puedo dormir —me acerque a ella y mire su cara ojerosa a la vez que bostece—

—Vamos a la cama.

—No, un rato.

—Voy a por una manta, te vas a helar —dije yendo dentro para cogerla y volver a salir aún cayéndome del sueño— mañana tienes clases —volvió a encogerse de hombros y coloqué la manta y la enrollé para luego abrazarla yo por detrás y apoyar mi cara en su espalda y cerrar los ojos del sueño—

—No me encuentro con fuerzas.

—En vez de descansar estás aquí cogiendo frío.

—Es que no quería molestarte porque no paraba de dar vueltas y pensé que te iba a despertar.

—No importa el insomnio que tengas, importas tu.

Entonces se giró y yo la atrapé contra la barandilla del balcón mientras ella sujetaba la manta en su cuerpo.

—¿Has visto el cielo?

—No.

—Míralo.

—¿Que pasa? A mi me apetece mirarte a ti.

—Pues que hoy hay estrellas fugaces.

—Por eso estás aquí —entendí— ¿ya has visto alguna?

—No.

—La que cuenta es la que vimos juntos —su mirada cayó a mis labios y me relamí cuando baje la vista a los suyos—

—Dicen las estrellas que los fugaces somos nosotros.

Sonreí ilusionado por su frase y ataque sus labios sin pensármelo en ningún momento, creo que era lo más bonito que me habían dicho nunca y no pude dejar de atraparla con mis brazos en la barandilla mientras noté como ella llevaba sus manos a mi cuello enlazándolas ahí y la manta caía a sus pies, llevaba un top bastante escotado y cómodo para dormir que no había podido parar de mirar desde que se había quitado la ropa quedando así, sin embargo las cicatrices seguían resaltando en su piel escotada marcando un antes y un después en nosotros, corte el beso notándola sofocada y mire sus ojos iluminados para soltar una mano de la barandilla y llevarla a su pelo retirándolo de su hombro y recogiéndolo tras su oreja, dejó sus brazos caer a ambos costados y acudí a su cuello sin mucho que dejar claro y comencé a dejar besos húmedos notándola estremecer, me separe de nuevo dejando la mano en su cintura y mire sus ojos oscuros que no me indicaban otra cosa más que deseo, iba a arriesgar y no sé si lo que iba a hacer a continuación joderia algo entre nosotros, pase la mano lentamente subiéndola por su abdomen sin retirar la vista de sus ojos y noté su boca jadeante entre abierta y nerviosa, termine de subir y con mi dedo busque entremeter mi mano por el top haciéndome enseguida con la situación y entrando en contacto con la piel que cubría el top, finalice y mi mano llegó a su teta para querer manosearla, estaba excitada porque su pezon estaba en punta y dirigí mi dedo a él para lentamente comenzar a trazar círculos y pude ver como cerraba sus ojos mordiendo sus labios y tomé la confianza de introducir mi otra mano bajo el top para llegar a la otra, comencé a dar círculos sabiendo que eso estaba dominando el calentón de la situación y cuando abrió la boca soltando un suspiro entre gemido aumente el ritmo.

Nankurunaisa - Pedri González Where stories live. Discover now