Capítulo tercero

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—Señor Malfoy. Lo llamé a la oficina para hablar con usted de dos cuestiones que me tienen preocupada.

La señorita Norris, es una mujer de unos setenta años, de cara alargada, arrugas pronunciadas y pequeños ojos marrones que parecen estar en alerta todo el tiempo.

—La escucho —dijo Draco después de varios segundos de silencio.

—Verá, la primera cuestión es que la señorita Cottom, aún no piensa regresar o eso es lo que su licencia extendida dice. Nos acercamos a las vacaciones de navidad y todavía no encuentro un reemplazo para usted tampoco. Quiero decirle que tenga paciencia, sé que era menester para usted terminar este reemplazo lo antes posible...

—Está bien, directora. Puedo esperar —dijo con voz monótona.

Draco tenía altibajos cuando pensaba en que, en algún momento, tendría que abandonar la escuela.

—Bien. Y aquí es dónde me estoy preocupando. Sé que la escuela tiene un buen clima de trabajo y que los niños lo aprecian. Además de que su trabajo ha sido impecable durante todo este tiempo. Pero he notado que su salud ha decaído muy abruptamente. Está demacrado y no encuentro el mismo espíritu con el que usted llegó a principios de las clases. No lo tome a mal, no piense que intento inmiscuir en su vida privada. Pero... ¿Está usted enfermo?

La mujer venía observando a Draco y, notó como su aspecto había decaído, al borde de esperar un horrible desenlace dentro del salón de clase.

—Estoy bien. No tengo nada. Solo estoy un poco cansado, no he podido descansar correctamente últimamente, pero no se preocupe.

—Bueno. En ese caso y para sentirme más aliviada. Le voy a pedir que se tome dos días y se haga unos chequeos rutinarios. Sé, por su legajo, que hace unos años tuvo una importante cirugía. Entonces, me gustaría que me trajera luego los resultados.

Draco, que llevaba desde hace meses grandes bolsas negras debajo de sus hermosos ojos grises, la miró con molestia. Ella tenía razón, él no estaba bien y si bien era cierto; que no había dormido bien una noche entera después de ese último celo acompañado; la verdad era que su depresión no tenía nada que ver con la cirugía.

—Si es lo que usted necesita, dígame cuando puedo tomarme los días.

—Prepare su artículo de licencia para el jueves y viernes de esta semana.

—Pero es en dos días —replica Draco, ahora poniendo más atención.

—Lo sé. Pero estoy segura de que conseguirá turno para esa fecha. De lo contrario, me avisa y extendemos la licencia.

—¿Quién se quedará a cargo de los niños? —pregunta y toma el papel que le extiende la mujer.

—Yo misma. No es lo convencional, pero en estos casos, puedo hacer uso de mis habilidades como docente. No creerá que toda la vida fui directora —ella hace una mueca con los labios fruncidos y Draco sonríe desganado.

Un corazón, dos vidas HarcoWhere stories live. Discover now