Epílogo

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Atracción magnética e inexorable, un domingo de sol y un frondoso y selvático nido.

Decir que lo había añorado sería una subestimación totalmente falsa; sería más justo decir que le faltaba, como le faltaría el aire si lo estrangulaban. Cada instinto que tenía le decía que ese hermoso y dispar omega era una parte esencial en él, y cada momento que pasó sin sus brazos alrededor de él, fue la agonía más exquisita que jamás había conocido.

Y ahora no sabía si era porque había estado esperando este momento por tanto, que tenerlo ahí, en esa gran cama, parecía un hermoso espejismo que en cualquier momento desaparecería, y él, estaría extrañando a su vínculo.

Pero no, la voz jadeante, alevosa de Draco rogando por más, era el cable a tierra que lo devolvía al presente. Su presente, era este, enterrado hasta la base de su verga sobre el cuerpo que la atrapaba con desesperación. Con un brazo rodeaba la perfecta cintura, ahora ligeramente hinchada, de su omega y con la mano libre, friccionaba, al mismo ritmo que sus embestidas suaves, la dura erección de Draco.

Ya habían pasado nueve semanas de la operación y dos desde que los tres se fueron a vivir juntos a Shere, en el condado de Surrey. Donde Lucius Malfoy les compró una casa como regalo -anticipado- de bodas, y también una que estaba a dos calles, para él y Narcisa, como excusa de ampliar los negocios. Pero la realidad era que el hombre y su esposa querían estar muy cerca de su próximo heredero.

El pequeño bulto estaba siendo acunado por su padre, mientras embestía con cuidadosa lentitud a su otro padre.

—Por favor, Harry... más fuerte —gimió Draco.

Había un millón de cosas que Harry quería hacerle en ese momento, incluso complacer el deseo de Draco, de acelerar los movimientos, era una de ellas pero no la prioridad. Ahora que Draco llevaba un hijo de él dentro suyo, quería cuidarlo, no solo al bebé, también a su pareja.

Si accede ahora mismo a la dulce súplica de follarlo con la fuerza que quisiera, seguramente se arrepentiría más tarde.

Porque Harry, ha aprendido desde el momento que la operación salió exitosa, que Draco es como un vórtice que consume cada parte de su mente. No solo es un omega difícil de llevar, si no que es maravillosamente un desafío que le fue encomendado especialmente a Harry.

Y a partir de ahora, Draco es parte de su propia realidad y de la de su hijo James, que nunca podría verlo más feliz. Cuando es Draco quién se encarga de llevarlo a la escuela, el que comparte su cultura y lee los libros más extraños a Jamie antes de irse a dormir, libros que Harry o Ginny jamás habían visto en su vida. Entonces llega Draco y no solo repara la vida de él, también lo hace con la de pequeño.

El mismo niño que lloró detrás del teléfono cuando Draco y él lo lamaron para desearle una hermosa navidad. El mismo que se emocionó cuando su padre le dijo que había viajado lejos solo para traer de regreso a Draco a la casa y el mismo que le prometió a su ex profesor, que él también se encargaría de cuidarlo. Y sin dudas lo hizo, tan pequeño y tan servicial, Harry admiraba como los genes de Ginny afloraban en su hijo y se tomaba con seriedad la salud de Draco.

Un corazón, dos vidas HarcoWhere stories live. Discover now