28° Eres la Rose de mi Titanic.

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Teo.

Llegué de la clínica al departamento solo para cambiarme de ropa, un problema en urgencias me entretuvo más tiempo del que me hubiese gustado y ya se me había hecho lo suficientemente tarde como para que Montse y sus amigos hubiesen llegado a B&W, pero no tanto como para que ya estuviesen borrachos y mucho menos con ganas de irse.

Me cambié los jeans rasgados por unos negros, botas estilo militar y una camiseta blanca, tomé un bolso y le eché unas cuantas cosas dentro; mi cepillo de diente, no podía olvidarlo. Ayer había traído de la casa donde estaban viviendo Ari y Seba la mochila con las cosas de Montse, también lo tomé, y el estuche de mi guitarra acústica con ella dentro.

Bajé en el ascensor hasta los estacionamientos, ahí estaba esperándome el Jeep que había pasado a recoger al taller antes de ir al trabajo, también les había dejado mi moto, pero noté que estaban con bastante trabajo por lo que imaginé que no la tendrían lista pronto, no importaba, mientras el Jeep funcionara correctamente y hasta ahora no había sentido ningún problema con la dirección.

Eché las cosas en la maletera y subí al asiento del piloto. Salí rápidamente del edificio camino a la reconocida discoteca en donde se encontraba mi chica rodeada de pájaros carroñeros esperando arrancarle un pedacito de su blanca tez, cualquiera en mi lugar rompería las leyes del tránsito, sobrepasando los límites de velocidad, por lo menos iba con mi cinturón, tenía buenos reflejos e iba en el vehículo que no tenía problemas al frenar. Aunque no digo que mi comportamiento deba ser imitado, pensándolo mejor le bajé un poco a la velocidad, confiaba en ratoncita y en lo buena que era defendiéndose a sí misma.

Luego de varios semáforos y enloquecedores minutos logré llegar, estacioné un par de calles antes del local, de seguro estarían llenos los estacionamientos debido a que era viernes y este fin de semana era largo, eso me hizo recordar que, otra cosa segura, era que el B&W también estaría lleno. Maldición, esperaba encontrarla rápido.

Cuando entré en el local mis sospechas fueron confirmadas, el lugar estaba atestado, pero encontrar a Montse no fue difícil. No creía que esto tuviese alguna explicación, pero cada vez que había una gran masa de personas mis ojos la buscaban y al parecer tenían un raro tipo de GPS que lograba hallarla incluso en las situaciones más insólitas.

Estaba en la barra con una pequeña faldita negra que se aferraba a cada una de las curvas de su perfecto y respingón culito, un moño alto y un top blanco que solo tapaba ciertas partes de su espalda podía ver el inicio del árbol que tenía tatuado en la espalda baja y las mariposas que estaban en la cima. Un idiota se tambaleo hacia ella y le preguntó algo al oído, estaba demasiado lejos todavía como para espantarlo en su lugar. Montse cumplió con todas mis expectativas esta vez, mandando a la mierda al idiota, aunque no golpeándolo en las bolas como creí, sino que simplemente ignorándolo y pasando de él con mucha clase.

Me acerqué con cuidado a ella, podría jurar que era mi Montse, pero parecía demasiado sobria... demasiado normal y muy poco violenta ―aunque igual de sexy―. Llegué a su lado y le puse una mano debajo del codo, quizás no fue el movimiento más inteligente de mi parte, porque se dio vuelta tan violenta y enfurecida como una pequeña valquiria.

― ¿Cuántos imbéciles más voy a tener que aguantar antes de que llegue este cabrón de...? Oh...

―Sí, "oh" ―dije con una sonrisa que debía ser demasiado amplia―. ¿Tuviste que esperarme mucho tiempo?

― ¿Quién te estaba esperando? ―respondió altiva―. Te gustan las entradas a lo grande ¿eh?

―Me gusta entrar... ―me agaché lo suficiente como para poner mi boca junto a su oído― pero más cuando es en tu estrecha y mojada vagina.

MALA CHICA BUENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora