Charlotte (Charlie), una una chica de 17 años empieza a cantar a muy temprana edad, desde pequeña tenia un estilo único, un estilo que era el causante de que la gente se riera de ella. Una noche en una fiesta después de un largo día de concierto, se...
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Estaba en una casa que no conocía, mientras bailaba, se había pasado de copas a decir verdad, ahora mismo estaba en Alemania, ya que por la gira se tuvo que montar en el avión y todo ese royo.
Fue cansado, aunque a decir verdad le encantó, todo el mundo cantaba a su par y a la vez saltaban, le daba gracia a decir verdad.
Me canse de bailar así que camine por los pasillos buscando una silla o algún sito en el que sentarse.
Primera regla de las fiestas: nunca busques asiento, literalmente todos los sitios en los cuales son más "aislados" o donde hay asientos habían: personas drogadas, personas que tenían sexo e incluso personas que vendían droga.
Rodé los ojos y al entrar al baño, vi a un chico mirándose en el espejo, con pelo oscuro (negro) y ojos marrones, era delgado y pálido, maquillaje en sus ojos que lo hacían ver muy atractivo y un piercing en la ceja.
—¿Estoy en el cielo?—dije, era una estupidez, cuando iba pasada de copas decía solo estupideces.
El chico río con una sonrisa que se me hizo demasiado conocida.
—Pasa, no te preocupes yo ya me iba—dijo mientras retocaba su pelo y salió por la puerta.
Paso por mi lado pero, yo? Pasada de copas dejando una oportunidad de un chico guapo que encima me pareció conocido? No hubiera sido yo misma.
—Espera!—dije mirándolo de espaldas.
Se giró y me vio.
—Es que necesito ayuda creo que tengo algo en el cuello y estoy pasada de copas y no alcanzo a quitármelo—la peor excusa que había usado en la puñetera historia.
Se acercó y vio mi cuello en busca de eso que decía que obviamente era mentira pero solo quería verificar quién era, al ver sus fracciones más de cerca me di cuenta de que era el, era Bill, ese pequeño niño que recogió cada pedazo de mi y las puso en orden, me reparó el fue quien me apoyó en todo después de aquel día.
Me eche a llorar y el me miro alterado, preguntándose si había hecho algo mal.
—¿estas bien?—dijo apenado.
—¿Estas bien?—dijo una voz, parecía la de un ángel, parecía que tocaba el cielo.
Y llore más fuerte, sé que era estupido, seguramente el ni sepa quien soy, seguramente solo sea un recuerdo más para el, ¡a lo mejor ni siquiera es el!
