𝚅𝚎𝚒𝚗𝚝𝚒𝚌𝚞𝚊𝚝𝚛𝚘

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Narra Adaliah.

Estaba mucho más distante, casi como cuando estaba en primero, pero lo qué pasó en el campamento realmente me dejó afectada, papá me estuvo ayudando en lo que podía, lo logro, pero eso no quita que aún tenga la culpa.

—Suéltalo.—me dijo Mariana cuando encontramos donde sentarnos en el tren.

—¿De que hablas?—dije sin verla en realidad.

—Adaliah no estás así desde primer año.—ella me tomó la mano y yo la aleje. La mire a los ojos, ella se entristeció con mi gesto.—¿Que te pasa?

Trague saliva.

—Mate a alguien.

—¿Que?—vi la confusión. en su cara.

Me recosté sobre al asiento y vi el techo del compartimento.

—Atacaron el campamento, tanto monstruos como semidioses nunca reconocidos por sus padres, había un chico...ni siquiera se su nombre.—negué con la cabeza.—pelee con el, pero...sentí una ola de poder y le dije que estaba muerto, le dije que los muertos no hablan...el me obedeció.—la vi a los ojos.—Aún no era su hora de morir, solo le ordene a su alma que saliera de su cuerpo, ella me obedeció.

—Oh Sombritas.

Ella me abrazo y yo se lo devolví, creo que si lo necesitaba.

—Tengo tanto miedo de volver a hacerlo...—le dije aún abrazadas.—Toda mi vida mi don lo vi como algo útil, algo que me dio mi padre...ahora lo veo como una puta maldición.

—¿Que te dijo tu papá, el que también es tu entrenador?

—¿Conoces la historia de Orfeo?

—No.

—El fue un héroe, que enamorado cuando perdió a su amada fue hasta el inframundo a buscarla, ya que para el, sí su amada no existía el mundo no tenía sentido, su amada era su mundo.

—¿Vas a ir al inframundo y sacar el alma del chico?—pregunta no.

—No, Orfeo era conocido como un hijo de Apolo y de una de las musas, Calíope. Según los relatos, cuando tocaba su lira, las fieras se calmaban, y los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar sus almas.—Mariana me vio.—Con su canto el detenía batallas, mataba no solo a monstruos...también a humanos.

—¿Sigo sin entender?

—Hay una canción que le cantan a los niños para que duerman, a mi me la cantaba mi padre. Esta canción literalmente te obliga a dormir, morir es como dormir eternamente. Papá quiere que cuando esté en un peligro muy grande, y me toque recurrir a eso, cante y ese poder que sentí quitándole la vida a ese mestizo la coloqué en las letras de esa canción.

—¿Te Crees capaz de hacerlo?

—No lo se, y tengo miedo.

—Aquí estaré yo sombritas.

El vagón se detuvo, ambas nos vimos raro tratando de ver por la ventana, pero se comenzó a congelar mientras una sombra pasaba al lado.

—¿que es eso?—pregunte.

—No lo se.—escuché la voz de Mariana, le temblaba.

—Tranquila rubia.

El tren se sacudió y la puerta del vagón se abrió de golpe y entró un dementor. Los Dementores están entre las criaturas mas nauseabundas del mundo. Infestan los lugares mas oscuros y mas sucios. Disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegria de cuanto los rodea... Si alguien se acerca mucho a un Dementor, este le quitara hasta el ultimo sentimiento positivo y hasta el ultimo recuerdo dichoso. Si puede, el Dementor se alimentara de el hasta convertirlo en su semejante: un ser desalmado y maligno. Lo dejara sin otra cosa que las peores experiencias de su vida.
El aire era tan frió y gélido que me sorprendió, el se quedó viéndome y me alargó la mano, era una mano huesuda vuelta en sombras, yo lo toqué, el era muerte al igual que yo. Ambos éramos nada más ni nada menos que muerte pura en diferentes formas y de diferentes maneras, ello lo hacen dolorosamente, mientras lo mío es tan pacifico como quedarse dormido.

Un halo de luz envolvió los vagones, logrando que este fuera, apenas nuestras manos se separaron sentí el vacío que siempre deja la muerte.

—¿Que acabas de hacer?—me pregunto Mariana.

—Conocí a alguien que también es la muerte.—la vi a los ojos.—los dementores son como yo, ellos son muerte violenta y agresiva, mientras yo soy la muerte mas pacífica, soy un sueño.

***

Estaba caminando por los jardines del castillo, y terminé llegando a la casa de Hadrig el estaba afuera con un hipogrifo.

—Así que ahora debo llamarte profesor.—dije apenas llegue.

—Ohh Adaliah. Estoy tan emocionado y tan nervioso, pronto tendré mi primera clase.

—Lo harás muy bien Hadrig, eres bueno haciéndolo. Amas a tus criaturas. Sabrás enseñar bien.

—Gracias Adaliah, y todavía tienes a tu mascota?

—Si.—saqué a Oreo de mi túnica y lo coloqué en mi hombro.—aún sigue conmigo, lleva estos 5 años siendo mi amigo fiel.

—Me alegra que encontrarás un amigo en las criaturas. Recuerdo cuando Charlie y tú venían aquí a ver a las criaturas. ¿Aún hablas con Charlie?

—Si, aún hablo con el y lo recuerdo.

Hadrig me sonrió y yo se la devolví.

—Adaliah ¿estás bien? ¿Pareces distante?

—Me pasaron demasiadas cosas y muy locas, incluso demasiado para mi.

—¿Quieres hablar sobre eso?

Mire al horizonte, quizás no esté tan mal.

—Claro, vamos a que escuches mi historia.

—Serviré el té.

Así Hadrig descubrió que era una semidiosa, y no una cual quería. Una semidiosa hija del dios de la muerta, reina de los fantasmas y con la habilidad de matar tan solo con decirlo.

Una Slyterin muy diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora