𝚃𝚛𝚎𝚒𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚍𝚘𝚜

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Narra Adaliah.

Por fin vería a Charlie, hablamos mucho más por cartas desde que me di cuenta que me gustaba, cumplí con lo que el me pidió no le dije a nadie ni a Mariana, era viernes así que mis clases se terminaban antes. Así que apenas sonó el cambio de hora salí rápido, debía ir a la casa de Hagrid.

—Sombritas ¿a donde vas?—me pregunto.

—Voy a visitar a Hagrid rubia.—dije muy rápido.

—Yo te acompaño.—dijo.

—NO.—Grite.

—¿Por que no?

Debía decírselo, yo nunca le culto nada y tal vez pueda cubrirme.

—Charlie vendrá y me dijo que lo viera en la casa de Hagrid.

Mariana comenzó a brincar.

—Que emoción, vino por ti.

—No se que hace aquí, solo me dijo que quería verme.

—Es lo mismo, ¿que te pondrás?

—Esto.—dije señalando mi uniforme.

—No.—comenzó a negar.—No puedes ir así.

—Si, iré a si.—Dije y la vi a los ojos.—Si de verdad puedo hacer que guste de mi, el debe saber que sigo siendo una estudiante.

—Bien...pero cuando lo vuelvas a ver después de hoy no irás con uniforme.

—¿Por que me siento tan estupida?—dije frustrada.

—Porque estás enamorada.—Me respondió.—suerte, tú chico te espera.

Me fui muy sonrojada, no creí que Charlie estuviera, así que me quedaría con Hadrig mientras. Llegue a su casa y toque, se demoró en abrirme y antes lo que se escuchaba eran voces, cuando me abrió estaba riendo.

—Dalia, pasa hay alguien que estará feliz de verte.

Hadrig me dejó pasar, yo le agradecí y me sorprendió quien estaba. Charlie ya había llegado, estaba igual a la última vez, su cabello en una cola de caballo baja, usaba botas negras, pantalones oscuros y algunas prendas de cuero.

—Charlie.—dije quedándome perdida en sus ojos azules

—Dalia.—el se levantó de donde estaba y se quedó viéndome

Narra Charlie.

Estaba hermosa, tenía aún su uniforme, como ya estaba comenzando el invierno, tenía su bufanda y guantes de su casa, su nariz estaba roja y eso la hacía mucho más adorable y más hermosa. Me gusta, sentía un hormigueo en la punta de mis dedos.

Me acerqué a ella y le di una sonrisa que ella devolvió, que sonrisa más brillante, sin importar que la abracé, ella me correspondió y me devolvió el abrazo.

—Te extrañe.—le dije.—¿ya terminaron las clases?

—Las mías si, perdón si llegue muy pronto.—dijo muy apenada.

—Para nada, me hace muy feliz verte. Realmente estaba esperando para hablar contigo.

Ambos sonreímos sin poder evitarlo.

—Adaliah siéntate, te daré té.

Yo sonreí con burla viéndola, ella prefiere el café.

—Gracias Hadrig. Permiso dejo esto aquí.—dejó su bolso a un lado.—Aquí hace mucho calor.

Era cierto, la cabaña tenía un hechizo que la dejaba caliente, también la chimenea estaba encendida.
Ella se quitó la bufanda y guantes, Luego se quitó su capa, desaflojo su corbata y la dejó alrededor de su cuello, mientras se soltara dos botones de la camisa, yo no pude evitar pensar en lo hermosa que ella es.

Una Slyterin muy diferenteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant