Encandilado ante aquel viril fulgor que aquella mujer cortejaba en el, al hacerle sentir lo bienaventurados que eran sus ojos al tener la dicha y gracia de poder admirarla bajo la incandescencia de la luna, se obsesionaba constantemente en arremeter...
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Entre los rumores del pueblo corría de boca en boca un rumor del cual la luna era testigo, cuyo palabrerio hablaba sobre la estadía de un demonio en sus cercanías.
—¿Lo oíste querida? Te imaginas y sea verdad — Comentaba entre susurros una mujer a su acompañante.
—Dudo mucho de su veracidad, ya sabes que los rumores solo son fragmentos mal contados...
Ante su poca gracia, el rumor demostraba su verdad estando paciente ante la llegada de su amada velada donde la luna sería su acompañante. Era preocupante la cantidad de voces que hablaban al respecto sobre este tema, por lo cual apenas al caer el manto de la noche los ciudadanos de aquel pueblo se mostraban despavoridos ante la idea de que una masacre se desatara, angustiados esperaron a que aquel rumor diera la cara y atacara.
Pero nunca apareció...
El rumor dio la cara, pero no frente a los aldeanos.
Oculta de la luz de la luna, bajo la sombra que la figura de un árbol frondoso rebosante de hojas otorgaba, se encontraba una joven de apariencia frágil, que en la plena oscuridad lo único que la ayudaba a diferenciarse era aquel débil destello que presenta el reflejo de la luna en el estanque. El agua cristalina se veía corrompida por los leves toques de los pétalos del cerezo que caían a compás de la brisa, ante sus pequeños movimientos creaban ondas fluidas que se movían con serenidad, mientras que el ruido era nulo le permitía a estos hacer oír la tempestad que formaban.
La paz que componía al bonancible ambiente era cautivante antes los ojos de un ser que solo vivía en masacres y contiendas, pero el corazón que daba vida a ese paisaje pintado con leves capas de amor era un hombre de avanzada edad con facciones arrugadas y regordetas, que montado en una canoa en el centro, moldeaba con sus manos una fina corona de flores decorada con pétalos de cerezo mientras que estos mismo quedaban atorados entre sus ya blancos cabellos del mismo modo que la tenue luz de la luna.
Siendo consciente de su misión, la joven quedó enganchada a la escena mientras que admiraba la sencillez del hombre y una vez que el se disponía a salir de su estadía, la demonio se apresuró a salir de su escondite.
Cambiando un poco su apariencia ocultando los kanjis que se manifestaban en sus ojos y aferrando a su cuerpo diferentes prendas y calzado se dio a ver apartir de la luz a una mujer de cabellos azabache que hacían conjunto con sus ojos oscuros como la misma obsidiana.
Con pasos sigilosos y juguetones se acerco al anciano por sus espaldas mientras que el realizaba un nudo para asegurar la canoa y se acompañaba con un tarareo bonancible, frenó a unos tres metros del mayor, para no interrumpir su tranquila estadía. El silencio acompañaba su vacío canto.
— La luna se encuentra en su mayor cúspide hoy, ¿No lo cree así?
Ante el inesperado sonido, el hombre se sobre salto girando buscando a la propietaria de esa melodiosa voz.
