Capítulo 6

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Por suerte la clase de historia ya ha acabado. Darek no volvió a mirarme durante toda la mañana y no saben cuánto lo agradezco. No creo que hubiese soportado una clase entera mientras sus pupilas me devoraban.

La hora del desayuno, después de la hora de la salida, es la hora más ajetreada del día. Todos salen de sus primeras clases de la jornada estudiantil, y al hacerlo no hacen nada más que buscar un poco de paz entre tantas explicaciones, fórmulas y deberes por terminar.

Al sonar el timbre que indica el fin de la primera clase del día, el instituto es un hervidero de actividad. Los estudiantes salen de las aulas con energía, ávidos por llenar sus estómagos y compartir un rato con los compañeros con los que mejor se llevan.

—Parecen animales —exclama Abril, asegurándose de que su voz suene por encima de la bullaranga que nos envuelve.

Ella está en lo correcto.

En los pasillos y patio del lugar se forma un enjambre de jóvenes en búsqueda de sus compañeros. Mientras nos desplazamos hacia el comedor del instituto se alzan las charlas animadas sobre cualquier tema que se les ocurra: los próximos exámenes, la fiesta que se dará el fin de semana, las noticias que circulan por el periodico del pueblo o incluso la desaparición de Rachel y todos los rumores que hay tras ella. Las risas, los gritos y las distintas conversaciones se entremezclan, creando un ambiente algo alegre en el que la mayoría parecen estar a gusto y otros, como yo y Abril, nos sentimos agobiados.

—No está tan mal —comenta Éber, con sus ojos metidos en la pantalla de su celular. Al sentir que alguien lo tropieza, levanta ambos hombros hacia las orejas y los baja rápidamente; en un gesto que indica indiferencia. —Siempre parecen animales.

A él no le molesta el rebullicio de la gente, ni el quisquilloso sonido que se inunda en sus oídos al tener a más de una docena de personas hablando sobre diferentes temas. Éber es muy tolerante a todo lo que se refiere a multitudes.

Entre tanto, logramos llegar al comedor, pero aquí todo es peor. Los estudiantes corren de un lado a otro con la finalidad de ocupar las mejores mesas para desayunar, los más experimentados saben exactamente a donde ir, quienes son sus amigos y las mesas en las que siempre se consagran; mientras que los menos afamados, debemos conformarnos con las pocas que quedan libres.

En cuanto mis ojos escudriñan el lugar, las ilusiones que traía de un desayuno apetitoso se van desvaneciendo. A medida que continuamos avanzando, me doy cuenta que otra vez nos tocará comer en la mesa menos ocupada de todo el año. Las únicas dos mesas libres en todo el comedor son: la de los Steiner y la de un lado del baño. Claro que a nosotros nos toca la segunda.

Sin tener otra opción, nos dirigimos a la mesa que se encuentra en el rincón, justo al lado de los baños. Quiero ser positiva y pensar que al menos hemos encontrado un lugar para sentarnos, sin embargo, me resulta triste saber que nunca podemos ocupar una de las mesa que están ubicada en el centro o no sé, que no tengamos que llevarnos los portazos de la puerta del baño.

Dejo escapar un suspiro antes de sentarme.

—Mañana llegaremos más temprano para agarrar una mesa mejor —Abril busca animar el momento, aunque sé que lo que ella dice no sucederá.

—Es solo un desayuno —dice Éber, restándole importancia al lugar que ocupamos.

Una vez los tres tomamos asiento, buscamos nuestros respectivos desayunos en el interior de nuestras mochilas y empezamos a comer. La institución suele servir sus propios desayunos, pero casi nadie come los alimentos que aquí preparan, ya que los platos que sirven son estrictamente dietéticos y con recetas preparadas en especial para los miembros de la familia Steiner, que van desde estudiantes a profesores.

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now