Capítulo 31

5.2K 667 138
                                    

Su voz, ese tono bajo y ligeramente ronco, envía un escalofrío por mi espalda, deteniéndose solo para frenar el aleteo de las mariposas que parecen haber tomado residencia en mi estómago.

Darek sonríe.

—Exacto, Meredith, ella tampoco se enamoraría de mí.

La mueca en sus labios se va transformando en un gesto desesperanzador hasta que acaba con la seriedad de siempre esparcida por cada línea de su rostro.

Mis ojos se elevan hasta volver a tocar los suyos, entendiendo que la idea que hace unos segundos rondó mi cabeza ha sido una completa estupidez. La brecha que nos separa regresa a instalarse entre los dos en el instante que él suelta mis manos y se separa de mi cuerpo.

—Hay que terminar de sembrar los tulipanes.

Esas son las próximas palabras que salen de su boca al ponerse de pie y retroceder un paso que para mí se siente como una milla. Un sabor agridulce se enciende en mi pecho y pronto se extiende hasta la punta de mi lengua. No sé cómo explicarlo, pero me siento vacía, casi como si su cercanía hubiera tocado algo profundo en mi ser, algo que ahora se resume en la distancia que él mismo pone entre los dos.

Para intentar deshacerme de ese malestar, me aclaro la garganta mientras la lucidez va tomando control de mi mente, que por un momento imaginó que sus labios habían ansiado los míos cuando, claramente, no ha sido así.

—Sí, hay que terminar —pronuncio cada palabra en un tono vacilante.

Percibo su pesada presencia a un costado de mí, poniendo una distancia prudencial para permitirme ensanchar los pulmones y recordar que debo respirar para no morir.

—Puedes sembrar los siguientes bulbos a una distancia entre ellos de, al menos, 8 centímetros —explica con tal calma que me hace sentir insignificante por no poder controlar las olas que chocan en mi interior. —Luego yo los cubriré con el sustrato para al final regarlos hasta que la tierra esté húmeda.

«¿Por qué he anhelado besar sus labios, sabiendo que los de él desean besar los de otra?», me cuestiono a mí misma a la vez que me pongo a hacer lo que él me dice.

Me concentro en terminar de sembrar las semillas de los tulipanes, aunque es de admitir que en mi cabeza no deja de reproducirse ese instante en el que mis ojos captaron sus labios con ese leve tono rojizo y como su mirada también buscó los míos.

Entre tanto, Darek se ha alejado aún más de mí, parándose a un lado de la zanja que ha cavado, solo observando que acabe de sembrar los bulbos. Él no es consciente de que ha desatado una tormenta dentro de mí, incluso, creo que ni yo misma lo soy.

Una vez termino de cubrir el último bulbo con la tierra ya fertilizada, soy capaz de hacer que la voz emerja desde algún lugar de mi garganta:

—He terminado.

Alzo mi cuerpo para ponerme de pie sin ver venir que a causa de estar tanto tiempo en una misma posición, mis piernas no soportan el peso de mi cuerpo, haciendo que ellas se tambaleen y al no tener de donde agarrarme doy unos cuantos pasos hacia atrás.

Como si el tiempo se detuviera frente a mí, como si pudiera ver en cámara lenta el momento en que Darek, de forma instintiva, se fija en lo que está a punto de suceder y sin dudarlo se abalanza hacia mí.

De golpe, el tiempo parece dispararse a una velocidad a la que me es difícil adaptarme y en un parpadeo mis manos se encuentran aferrada a la tela del suéter de Darek, consiguiendo la sujeción que buscaban. Con el corazón dando brincos dentro de mi pecho muevo mis ojos hasta los suyos al tiempo que me percato de que sus brazos me rodean y sus manos se afincan con fuerza sobre mi cintura. Estamos tan cerca el uno del otro que nuestras respiraciones se mezclan en una sola y su mentolado aliento me toca el rostro. Hago un esfuerzo para hablar, para agradecerle, pero la voz no sale.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora