Un pasado marcado

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ADVERTENCIA DE CONTENIDO: Este capítulo trata temas que pueden resultar sensibles para algunos, se recomienda discreción.

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Narrado por Darek Steiner:

La he observado siempre desde el umbral de mi oscuridad.

Ella, siempre inmersa en un halo de luz tan brillante que ahora me duele incluso mirar. Hasta he llegado a pensar que quien sea que nos haya creado concentró toda la esperanza y vivacidad en un solo ser, y ese ser es ella. Yo, una entidad forjada en las sombras, no puede ofrecerle más que sufrimiento.

El invierno, con su frío que cala hasta los huesos, su ausencia de color, donde la vida parece haberse retirado para dar paso a un letargo sin fin. Ese soy yo. Mis días transcurren entre sombras, entre copas de dolor y desesperación, un frío que me mantiene lejos de cualquier atisbo de calor. Y luego está ella, que con su sola presencia provoca que las flores se atrevan a brotar, a desafiar el glacial que acompaña mi alma.

Es tan pura que ve cosas en mí que yo ni imaginó.

—¿No lo entiendes? —Me aprieta la muñeca —Darek, tú has sido la única persona que me ha entendido cuando ni yo misma lo hago, me has enseñado cosas que no creí aprender jamás y... se ha preocupado por mí.

Carajo, ella es tan bondadosa que está viendo en mí montones de virtudes y eso no es bueno, aunque muy en el fondo quisiera disfrutar de sus palabras, entenderlas y, sobre todo, creerlas. Entonces, recuerdo que ella no me conoce lo suficiente, y con un movimiento instintivo, trato de liberarme de su agarre, de zafarme de las cadenas invisibles que me advierten que si esto continua todo será peor. Sin embargo, ella no me lo permite, al contrario, me sostiene aún con más firmeza. Con sus ojos puestos sobre los míos, me enfrento con un océano de serenidad que parece calmar la tormenta de mi ser.

—No sé quién te hizo creer que eres alguien malo —prosigue con serenidad —, pero te ha mentido, porque para mí eres tan bueno que me da miedo que un día ya no puedas iluminar mi mundo con tus tonalidades grises.

Y es aquí cuando algo dentro de mí se quiebra. Como un dique que cede ante la insistencia del agua, mis resistencias empiezan a desmoronarse. Ella, con cada palabra pronunciada, derriba las murallas que he construido por años, murallas de negación, autodesprecio y miedo de enfrentarme a mí mismo.

Mirándola directo a los ojos, me encuentro con un reflejo de lo que siempre he querido ser. No el monstruo que soy, sino alguien digno de amor, perdón y una segunda oportunidad.

Muy en el fondo sé que todo esto es imposible, ya que no soy más que un ser maligno, por ende pronuncio la frase que espero pueda expresar lo mucho que lamento no poder ser el chico que ella merece.

—Lo siento.

El desconcierto toma forma en toda su expresión. Ella no entiende por qué me estoy disculpando y es mejor que no lo haga.

Movido por la necesidad de querer sentir sus labios en los míos, me lanzo hacia ella, antes de lograr mi cometido me detengo un segundo para mirarla, no lo dudo más y la beso. Encuentro sus labios al tiempo que arrastro las manos por su cintura y la atraigo a mi cuerpo. Al principio es un roce suave, apenas perceptible, como el aleteo de una mariposa, esa misma que parece despertarse dentro de mí. Su respuesta no viene en rechazo, más bien me corresponde. Nos basta con eso para convertir lo que comenzó como un murmullo en una sinfonía.

Ella responde con tal urgencia que la mía se intensifica, sus manos encuentra el camino hacia mi rostro y antes de que pueda dar marcha atrás a esto, entiendo que no tengo escapatoria. Meredith me tiene entre sus manos y nunca antes me he sentido más seguro.

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