Capítulo 27

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Me veo envuelta en el centro de un torbellino de intensas emociones. A mi derecha, Darek, cubierto en una nube de tensión que puede cortarse con un cuchillo. Frente a mí, Éber, cuyo semblante ha caído en picada al punto de la incredulidad cuando se dio cuenta de quién me acompañaba. Y un paso más allá, Abril, silenciosa, con sus ojos de lechuza y ese don suyo de absorber la escena sin dejar escapar ni un solo detalle.

Éber es un experto en exponer sus emociones a través de su semblante. Él no es capaz de sentir algo sin exteriorizarlo por todo su rostro. Ya sabía esto, aun así, intento hacerle alguna seña para que disimule su desagrado.

Éber, con su frente fruncida y el ceño marcado, no aparta sus ojos de Darek. Abril, a su lado, solo observa en silencio. Ella y yo conocemos ese tenso hilo que divide a Darek de Éber, por ende tampoco dice nada.

—¿Qué hace él aquí?

La pregunta emitida por Éber resuena no solo entre nosotros, sino en todo nuestro alrededor.

La respuesta está a punto de surcar el interior de mi garganta cuando Darek es quien contesta:

—¿Qué? Tienes miedo de que te rompa la cara —el desafío en su voz es casi un silbido de serpiente.

No, él no ayuda.

Ante la ira en la cara de Éber y la burla en los ojos de Darek, Le dedico una dura mirada a este último antes de volverme hacia mi amigo, el cual aprieta la mandíbula. Me adelanto y con una voz que brota firme, pese a que el corazón me galopa desbocado en el pecho, interrumpo la discusión que se avecina.

—Darek es nuestro nuevo amigo —digo, alternando la mirada entre mis dos amigos. Abril aprieta sus labios, mientras que Éber se queda un segundo paralizado y luego sonríe con evidente ironía. Mi cerebro busca una salida antes de que Éber agregue un comentario del que se pueda arrepentir. —Así que de ahora en adelante vamos a llevar las cosas en paz.

Abril, que sigue siendo una observadora neutra, no pronuncia palabra. Su presencia es el equilibrio que necesito para no enloquecer.

La declaración que ha salido disparada de mi boca cuelga en el aire. Miro a Éber, quien parece evaluar lo que digo con un nuevo interés, una ceja arqueada como signo de este inesperado giro.

Las miradas de Darek y Éber se entrecruzan frente al amanecer que tiñe el cielo. Para mi sorpresa la postura de mi amigo se suaviza imperceptiblemente, al parecer mis palabras han actuado como un hechizo de transmutación. Lo que sucede a continuación me parece tan irreal que debo abrir los ojos de par en par. Éber, se traga su orgullo y extiende su mano con dirección a Darek.

—Si Mer quiere ser tu amiga, entonces nosotros también lo seremos.

Darek, espejo de desconfianza y experto en muros invisibles, no acepta la mano que le ofrece Éber. Más bien, esboza una sonrisa de puro desdén y, encogiéndose de hombros, rechaza el gesto con aire de suficiencia.

—Detesto el contacto físico, estoy mejor así —zanja.

Dios, qué complicado es.

Me doy cuenta de que en el delicado baile de las amistades, el ritmo que lleva Darek es complejo de seguir.

Éber esconde su mano y al estar a un paso de decir algo el sonido de la campana dando inicio a nuestro día de clases lo hace desistir.

—Luego de esta clase debemos hablar lo de las cartas —comenta Éber y pone sus pasos en marcha.

Abril, le dedica una sonrisa a Darek y luego a mí, acto seguido sale detrás de Éber. Pasado tres segundos la voz de Darek se vuelven a deslizar en el aire:

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now