Aceptando El Presente

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Nancy despertó con un dolor terrible de cabeza, la boca pastosa y el cuerpo adolorido. El solo moverse le provoca jadeos de dolor, ¿Por qué se embriagó? Se arrepintió en cuanto abrió los ojos.

—Dios. —Se quejó por segunda vez al chocar con algo realmente duro. Al alzar la vista se encontró una mirada gris oscura y un gesto osco.

Nancy lentamente deslizó la mano derecha por su cuerpo y al no sentir ropa de ninguna clase cubriendo su silueta, sintió de todo.

—Lo pensé. —La voz ronca la tensó. —Pero no hubieras gritado y suplicado perdón estando dormida. —Se puso en pie. —Saldremos a desayunar, prepárate. —Sin mirar atrás salió de la habitación, él ya está totalmente vestido.

—¿Qué hacías aquí entonces? —Se preguntó cerrando los ojos, lo único que desea es quedarse en cama todo el día y morir para no sentir más dolor de cabeza y ganas de vomitar.

Al levantarse el vaso de agua llamó su atención y más las píldoras a su lado, frunciendo el ceño las tomó en manos y después las bebió. Ese hombre es tan contradictorio que no logra entenderlo ni un poco. 

Leviatán la observó bajar las escaleras. Su cabello mojado suelto, su vestido sencillo y sus lentes oscuros le quedan como si estuviera en una pasarela. ¿Por qué todo debe quedarle bien? Se preguntó excitado, finalmente conoce su cuerpo por lo menos de vista y se le hace menos soportable estar a su lado sin escuchar sus gemidos.

—Iremos a desayunar y después de compras. —Nancy se limitó a asentir, ahora mismo no se le ocurre nada y ese plan parece ideal, ya quiere verlo con la cara larga por estar entrando y saliendo de tiendas.

—Si hay café, no me quejo. —Susurró pasándole por el frente. —No creí que eligieras París. —Miró por la ventana.

—Tenía algunos asuntos que resolver. —Nancy lo miró.

—Aparte de cruel, odioso. —Leviatán no pudo disimular su disgusto.

—Cuida tu boca, no soy como los demás. —Nancy rodó los ojos y se lamentó tener los lentes puestos.

—Por supuesto que no eres como los demás. —Bufó irritada. —Eres mejor. ―Murmuró con sarcasmo.

El desayuno fue tranquilo, Nancy pudo observar cómo ese magnetismo que Leviatán tiene atrae a todas las mujeres. En cambio, los hombres parecen ignorarla a ella totalmente, no es para menos, el hombre que camina tras de ella tiene cara de asesino y los tres que caminan tras de él no son mejores.

Olvidando que faltó a su luna de miel y con ello no pudo consumar la boda. Se dedicó a entrar a cada tienda de marca reconocida y comprar todo lo que le gusta. Después de todo Leviatán no le dio el gusto de que Bernadette los acompañara, ahora él debe aceptar las consecuencias.

Siempre ha tenido fascinación por la moda y no es un secreto que es una compradora compulsiva.

Leviatán junto a sus hombres se encargan de cargar las bolsas y seguirla a cada lugar que ella visita. Todo fue nuevo para él, jamás había tenido la paciencia para seguir a una mujer y ahora lo está haciendo y, no es cualquiera mujer, es su esposa.

—¿Terminaste? —Leviatán la miró ocultando la súplica por escuchar una respuesta afirmativa.

—Sí. —Respondió con humor haciéndole saber cuánto ama comprar. —Pueden descansar chicos. —Con una gran sonrisa en los labios continuó caminando. Más de un mes y hasta ese momento ha tenido un acercamiento real con Leviatán.

—Hora de irnos. —Ordenó al subir al coche. —Cenaremos en la mansión. —Apartó un mechón de cabello y se lo colocó tras la oreja. —Pediré que hagan tu comida favorita.

Flor De La Mafia Where stories live. Discover now