Capítulo 3

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Inglaterra, London.

Un trabajo exhausto, pero fue llevada a cabo con éxito. Su equipo como siempre lo felicitó por su impecable trabajo y su ego se elevó incluso más allá del cielo. 

Tres meses, desde que aquel hombre lo encontró trabajando en una miserable cafetería, tres meses desde que decidió unirse a la mafia inglesa y desde entonces es el mejor de su equipo.

Ha estado siguiendo la vida de Nancy, ese bastardo la carga como si fuera un trofeo y ella es feliz con eso, si bien de ella no sabe mucho por más que la investiga, sabe que es ese miserable el que la debe tener como una puta sumisa.

Lo odia a muerte y ya necesita derrocarlo, pero hay que esperar, él necesita hacerse de mas aliados para enfrentarse a Leviatán y debe ser paciente para poder ver la cara de todos aquellos que lo olvidaron sin más.

Ahora conocido como el Rojo, el mejor caporegime que haya podido existir en la mafia inglesa. Hombre arrogante, sexy, inteligente y con un dominio sobre las mujeres que todos envidian.

Para él no hay nada difícil en el mundo y aunque recuerde día a día la traición de quienes se suponía lo amaban, no le afecta en nada. ¿Por qué dejarse joder por una traición? Es mejor disfrutar la oportunidad que le están dando.

—Muchachos. —El underboss, la mano derecha del Boss a quien no ha tenido el placer de conocer aun, lo saludó al verlo entrar a su oficina. —¿Ya hizo el papeleo? —Rojo tiró la carpeta sobre el escritorio, odia todo el papeleo, pero comprende que, a pesar de ser un mafioso, en la esa casa Blood And Honour, el orden es lo primordial. Ha sido por eso que ha pesar de ser originarios de Alemania, ahora controlan gran parte de Inglaterra.

—Yo debería de evitarme todo esto, soy el mejor. Que alguien más lo haga por mí. —Se tiró a la silla y resopló.

—Págate una secretaria. —La voz femenina a su espalda lo hizo sonreír con coquetería.

—Tú serías una gran secretaria. —Alzó la mirada y la posó en la mujer de estatura media, piel blanca, cabello rubio y ojos color miel.

—¿Crees que por ser mujer debo estar tras un escritorio? —Se cruzó de brazos mirando esos ojos verdes destellando arrogancia.

—Bueno, no solo para estar detrás de un escritorio. —El pelirrojo miró a su jefe y ladeó la sonrisa en complicidad.

—No sé cómo lo haces, Rojo. —Negó tomando asiento. —Callie ha roto más dedos que cualquier enemigo y tú sigues ileso. —Callie miró al underboss con reproche.

—¿Qué puedo decir? Digamos que le tengo cariño al novato. —Se encogió de hombros al ver el gesto indignado del pelirrojo.

—¿Yo novato? —La mujer ocultó la risa, sabe exactamente dónde darle a su ego. —¡Solamente cuidé el culo de un idiota! —Se puso en pie. —Y aun así soy mejor que cualquiera. —Callie sostuvo su mirada, la montaña tatuada frente a ella hace más que enojarla por su patanería, la vuelve loca con su masculinidad. Es tan estúpido y sexy que no se puede contener ante él.

—Oh, que ego tan débil tienes, princesito. —Cada músculo en el cuerpo de Rojo se tensó, pero dibujando una sonrisa, asintió.

—De acuerdo, soy el novato para ti. —El underboss alzó las cejas, esos dos se van a matar un día de estos.

—Antes de que continúes. —Los miró. —Hagan esto fuera de mi oficina, es incómodo ver la tensión que hay entre ustedes. —Callie río con hipocresía.

—Claro que hay una tensión. —Aceptó caminando a la puerta. —¿Quién no se tensaría con la prepotencia de todos estos hombres?

—Oh, vamos nena. —Bestia la miró molesto. —No tienes por qué meternos a todos en un solo saco. Es ese imbécil que saca lo peor de ti, no nosotros. —Callie agrandó su sonrisa al ver a sus compañeros ofendidos.

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