Capítulo 8

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Leviatán se paró y caminó con decisión, pasando por alto que lo apunta a él, no puede permitir demostrar que tan dócil es con ella, ni siquiera frente a su padrino.

—Baja el arma. —Su tono duro la hizo reír. —No volveré a repetirlo. —Amenazó cabreado. Nancy agrandó su sonrisa, parecía divertida, pero el dolor oculto en ella le dio la fuerza para mantenerse firme.

—¿Sabes algo? —Leviatán paró cuando escuchó el arma cargarse. Peter alzó la mano para que nadie se viera en la penosa necesidad de perder la vida por apuntarla con un arma frente a Leviatán. —Quizás yo todo lo esté haciendo mal. —Miró sus ojos. —Tal vez... No... No... Es un hecho de que yo debería tomarla contigo y no con las putas que te tocan. —Leviatán retomó la compostura y sin terminar de dar el paso, la miró fijamente con ese gesto imponente que haría temblar a cualquiera.

—Ambos sabemos que no me harás daño. —Nancy adoró que la subestimara tanto. —Así que suelta la maldita arma ahora mis... —El disparo los dejó a todos petrificados.

—Aclaro que fallé porque así lo quise. —Amó su reacción. —Me has subestimado, cielo, no me gusta que toquen lo que es mío, no me gusta la falta de respeto y creo has olvidado quien era yo antes de estar contigo. —Volviendo a apuntarle, sonrió como una maldita. —Sabía cargar, desmantelar y disparar un arma.

—Yo te enseñé muchas cosas. —Gruñó ocultando que tiene los testículos en la garganta. Carajos, ama a su reina, pero es una desquiciada al igual que él.

—Cierto, tienes todo el crédito por eso y deberías saber que no me temblará el pulso. —Leviatán evitó por todos los medios mirar a su padrino o a cualquiera en la sala, de hacerlo demostrará lo rendido que está por su florecilla. 

Nancy inició a desmantelar el arma con una destreza alucinante y tras terminar, colocó cada parte sobre la mesita de dónde la tomó.

—Saldré de aquí y tú no enviarás a tus hombres tras de mí, de hacerlo los mataré con mis propias manos, lo juro. —Dando media vuelta caminó a la puerta.

—No des un paso más. —Le advirtió mirándola, pero Nancy no hizo caso y siguió su camino. —Bernadette, por tu bien espero que la lleves a casa. —La mujer se detuvo y sonrió, a ella no la engaña.

—Un día me felicitó por mi lealtad inquebrantable, hoy le soy leal a ella y lo que ordene lo obedeceré. —Leviatán intentó ir tras ellas, pero Peter lo detuvo.

—Estoy seguro de que has visto una nueva versión de ella. —Lo miró con seriedad, esta vez no está jugando. —No cometas el mismo error, no destruyas a esa mujer. —Leviatán miró al hombre en silencio y lleno de rabia. Es el maldito boss y esa mujercita que solo era lágrimas al inicio provocó miedo en él.

—Síganla.

—No. —Peter revocó la orden de su ahijado. —No permitas que esa chica tenga alguna muerte en su conciencia, no fuera de su trabajo. Ella ha evitado matar a esas mujeres, pero ahora lo haría sin cuestionarse. Una mujer dolida y furiosa es el peor enemigo que un hombre puede tener. —Leviatán se soltó del hombre y salió furioso del lugar, hubiera deseado follársela como un maldito loco.

Las ganas de ir tras ella lo están consumiendo, la furia por no poder hacer lo que quiere lo desespera. Él debería estar obligándola a ir a casa como una buena chica y de lo contrario hacerle ver quien coño manda con una sesión de sexo duro y sucio como tanto les gusta a los dos.

—¿A dónde? —Bernadette la miró por el retrovisor.

—Llévame al barrio chino, Leviatán odia ir por esos lados, así que me dejará en paz. —Bernadette se puso en marcha. —Quiero que me lleves a un antro. —La mujer asintió sin cuestionar a su jefa.

Flor De La Mafia Where stories live. Discover now