𝟒

318 40 15
                                    

Eran las 8 a.m y Cellbit ya estaba despierto, cosa que era raro ya que era sábado. Tenía pensado hacerle un regalo a Roier, el cual se lo quería entregar esa misma tarde. Se puso una camiseta blanca con una chaqueta verde encima, unos pantalones marrones y unas botas negras. Para terminar, se puso una especie de gafas en la cabeza, no se las iba a poner pero quedaba bien con su atuendo. Salió de su casa y se dirigió al mercado de su pueblo.

El mercado estaba lleno de gente, Cellbit odiaba estar rodeado de muchas personas, pero haría lo que sea para conseguir un regalo a su amigo. Estuvo caminando un rato por el lugar, hasta que encontró una pequeña tienda donde vendían accesorios. Entró y estuvo mirando algunas pulseras, colgantes y entre otras, pero nada le convencía. Llegó a una pequeña sección de cosas para el cabello y encontró una cinta de color azul, le pareció muy bonita y sabía que a Roier también le encantaría, así que se llevó esa. Llegó a casa, metió la cinta en una pequeña caja y con algunos materiales de su casa lo envolvió como regalo. Cellbit estaba feliz de poder darle un regalo a Roier, su amigo se merecía eso y más, se merecía el mundo entero.

Llegó por fin la hora de ir a ver a Roier, se puso los zapatos lo más rápido posible y fue corriendo hacia la puerta de casa, pero su padre le paró.

Cellbit, necesito hablar contigo en este mismo momento. — El chico tenía prisa, así que se sentó en el sofá rápidamente para acabar la charla lo más rápido posible.

— ¿Que sucede? — Preguntó Cellbit con intriga.

Su padre le enseñó las notas de los exámenes, las cuales eran bastante malas. Desde que Cellbit veía a Roier, estaba más pendiente de hablar con el que de los estudios, Roier era lo que le hacía feliz, el insituto solo lo abrumaba.

— ¿Crees que estas notas son normales? — Preguntó su padre, subiendo su tono de voz.

No papá. — Cellbit bajó la cabeza.

Mírame cuando te hablo. — Su padre se levantó bruscamente y le pegó una bofetada a Cellbit. El de mechón blanco aguantó las ganas de llorar y miró a su padre con seriedad —. Si sigues con estas notas fracasaras en la vida y yo no quiero de hijo a un fracasado, así que ve ahora mismo a tu cuarto, no pienses que hoy te voy a dejar salir a donde sea que vas todos los días.

Cellbit se levantó, se dirigió a su cuarto, cerró la puerta y comenzó a llorar por lo sucedido. Odiaba tener ese padre, odiaba que su madre no hiciera nada, odiaba que su hermano tuviera que presenciar todo eso, odiaba a toda su familia excepto a su hermanito. Su mayor felicidad era Roier, Roier siempre era amable con el, tenía la sonrisa más hermosa que podía existir y era la persona más graciosa que conocía, lo amaba. Pasaron las horas y Cellbit solo se dedicó a estudiar, si eso haría que pudiera volver a ir a ver a Roier, se conformaba.

De repente, escuchó unos golpecitos en su ventana, al principio no le llamó la atención ya que pensó que no sería nada, pero comenzaron a sonar sin parar. Se levantó y se dirigió a la ventana, la abrió y vio a su amigo ahí, como si de una película se tratara.

— ¿Puedo pasar? — Preguntó Roier como si nada.

Claro. — Cellbit se alejó un poco de la ventana para dejarlo entrar, estaba prácticamente en shock, se esperaba todo menos esto. Roier entró y abrazó al chico, como si no lo hubiera visto en años.

¿Por qué no viniste al lugar de siempre?

— Me castigaron por mis malas notas, pero esa no es la pregunta importante ahora mismo, ¿cómo mierda llegaste aquí?

Siempre que nos despedíamos te ibas en una dirección en concreto, así que era obvio que tu casa estaría por ahí. — Comenzó a contar Roier —. Así que al ver que no venías, me comencé a preocupar y decidí ir a ver si pasó algo, caminé en esa dirección y encontré tu pueblo, pero no sabía que casa era. Pregunté a bastante gente, hasta que una señora me dijo que conocía a tu madre y que vivíais por aquí, encontré tu casa y pues aquí estoy.

Cellbit estaba impresionado de que hiciera todo eso solo para verle, Roier era la mejor persona que podía existir. Pero obviamente no podía dejar que se quedara, tenía miedo de que su padre lo viera y le hiciera algo muy malo.

Oye, mis padres están en casa y si te ven me matan, desgraciadamente no te puedes quedar aquí. — Roier se entristeció por eso, pero lo comprendía.

No te preocupes, lo entiendo, aunque me apetecía pasar tiempo contigo. — Cellbit miró con tristeza a Roier, miró a su mesa y vio el regalo, no se acordaba. Se dirigió a su mesa y agarró la pequeña cajita con papel de regalo.

Toma, esto es para ti. — Cellbit entregó el regalo a Roier —. Te lo iba a entregar hoy en el bosque pero surgió ese imprevisto.

— ¿Puedo abrirlo ya?

Claro.

Roier desenvolvió la cajita y la abrió, al ver aquella cinta se le iluminaron los ojos. Sacó la cinta y se la colocó en el pelo, le quedaba genial.

Te queda increíble. — Dijo Cellbit, Roier le abrazó.

Muchas gracias, Cellbo. — A los pocos segundos se separó —. Ya me voy, no quiero que te castiguen aún más por mi culpa.

Adiós gatinho.

Adiós guapito.

Roier salió por el mismo sitio por el que entró. Cellbit comenzó a dar saltitos de felicidad.

El bosque encantado // Guapoduo ☆Where stories live. Discover now