𝟏𝟎

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Pasaron unos días, los cuales parecieron años para Cellbit. Prácticamente no le dejaban salir, haciendo que le fuera imposible ver a su amado. Roier, seguía yendo como de costumbre al bosque, al mismo lugar de siempre, esperando el momento en el que llegara su novio, momento el cual nunca llegaba.

Cellbit, se encontraba tumbado en su cama, la cual se notaba que llevaba días sin hacerla. El no poder ir a ver a Roier le estaba destruyendo totalmente, física y mentalmente. Cada que intentaba salir, su padre le retenía de alguna manera, estaba harto.

Por fin, llegó el momento que el chico del mechón tanto deseaba. Escuchó como la puerta de casa se abría y luego cerraba, dándole la señal de que su padre se había marchado. Se levantó rápidamente de su cama y se vistió con la ropa de calle lo más rápido que pudo. Iba con una chaqueta verde oscuro, una camiseta blanca y unos pantalones marrones vaqueros, algo sucios y ya usados, tampoco se esforzó mucho en ponerse guapo, ya no le importaba su apariencia, solo le importaba Roier. Salió de su habitación y corrió a la puerta, saliendo por fin.

El cielo estaba totalmente nublado, se notaba que llovería, además de que hacía bastante frío. Corría por el gran bosque, hasta por fin llegar al sitio de siempre y pudo ver al chico que tanto amaba. Corrió lo más rápido que pudo hasta el, dándole un gran abrazo, que hizo que los dos cayeran al suelo.

¡GUAPITO! — Gritó Cellbit.

¡GATINHO! — Roier le dio un piquito en la boca. Llevaban sin poder darse un besito desde hacía 3 semanas, para muchos podría ser poco, para ellos era una maldita eternidad. Los 2 chicos se levantaron, riéndose por la recién caída.

Te extrañé tanto, guapito.

— Fueron 3 semanitas, tampoco exageres, pendejo. — Dijo Roier, sabiendo que seguramente le había extrañado el doble que le extrañó Cellbit. El chico del mechón le dio un golpecito en el hombro al otro por el recién comentario, Roier simplemente se rio, contagiando a Cellbit. Cellbit cada vez que estaba con Roier, sus ojos se iluminaban, era como si el otro chico fuera un gran destello de luz, un destello el cual le dejaba totalmente hipnotizado.

¿Te apetece tomar un batido? — Preguntó Cellbit. Se propuso pasar todo el día con Roier, llevaban tiempo sin verse, no pensaba desaprovechar este pequeño encuentro.

Obviamente. — Dijo el castaño, ilusionado por la propuesta. — En mi pueblito hay un sitio increíble de batidos, seguro te encanta. — Roier agarró la mano de su novio y comenzó a caminar en dirección al lugar. Los 2 chicos iban hablando de cualquier cosa, siempre el que más hablaba era Roier, Cellbit a veces no entendía como lograba sacar tema de conversación tan fácilmente, quisiera también tener esa habilidad.

Después de un rato caminando, llegaron. Era un pequeño local, no había sillas ni mesas ya que era todo para llevar. Había tan solo 1 trabajador y una cola de 4 personas. Aunque por lo que se veía, el chico trabajaba bastante rápido, ya que la cola desapareció en bastante poco tiempo, llegando el turno de la pareja.

Anda, hola Roier, me alegra verte de nuevo. — Saludó el chico del mostrador, el cual parecía ya conocer al castaño. Era un chico bastante bajito, llevaba un gorro negro encima de su cabello azabache y un uniforme con el logo de la tienda.

— ¡Quackity! Lo mismo digo, llevaba tiempo sin pasarme por aquí. Hoy vine con mi novio, Cellbit. — Quackity miró al otro sujeto, bastante serio. Quackity odiaba las parejitas, el siempre la cagaba en el amor, entonces le daban bastantes celos las otras parejas que si se veían felices. Igualmente, intentó fingir una pequeña sonrisa y saludó cordialmente.

Hola, un placer conocerte, Cellbit. Mi nombre es Alex Quackity, aunque prefiero que me llamen "Quackity" a secas.

El placer es mío, Quackity. — Al contrario que el azabache, la sonrisa de Cellbit si era verdadera.

En fin, ¿queréis pedir un batido o qué?

Ah si, perdón, perdón. — Se disculpó Roier. — Yo quiero uno de chocolate, ¿y tu Cellbo? — El castaño miró a su novio.

Lo mismo.

— Perfecto, pues 2 batidos de chocolate marchando.

Rápidamente, los 2 batidos ya estaban preparados.

Aquí tenéis. — Dijo el azabache, sirviendo las bebidas. Cellbit sacó su cartera y pagó, invitando también a Roier.

Muchas gracias. — Dijo el castaño, agarrando los 2 batidos y dándole el correspondiente a su novio. Se despidieron y se marcharon, yéndose a una pequeña plaza.

Tu pueblo es increíblemente bonito. — Dijo Cellbit.

Igual que tu. — Contestó Roier. Cellbit respondió a eso con un pequeño besito en los labios, lo que hizo sonreír embobadamente a Roier. Los 2 chicos se sentaron en un pequeño banquito, donde siguieron charlando y acabándose sus batidos. Ya pasado un rato, comenzaron a caer gotitas de agua del cielo cada cierto tiempo, poco a poco convirtiéndose en gotas constantes de lluvia. Cellbit, enseguida propuso marcharse a un lugar cubierto, pero Roier tuvo una mejor idea.

Roier, agarró la mano de su novio, poniéndose en medio de la plaza. — ¿Bailamos?

Cellbit no era muy fan de bailar ni de la lluvia, odiaba mojarse, como si de un gato se tratase, pero no pensaba desaprovechar la oportunidad de bailar con su precioso novio.

Claro, guapito. — Roier sonrió y agarró a su amado, mientras comenzaban a bailar poco a poco, los 2 pegados. Obviamente, para bailar necesitaban música, y como no tenían nada para ponerla, el castaño comenzó a cantar.

Hey, hey, hey, lover
You don't have to be a star
Hey, hey, hey, lover
I love you just the way you are...

Mientras el cantaba, Cellbit lo miraba con una sonrisa dibujada en su rostro. Normalmente se mantenía serio, pero con Roier al lado era como si le echara un hechizo que hacía que no pudiera parar de sonreír, era algo difícil de explicar, el amor es difícil de entender. Roier, terminó su canción y los 2 dejaron de bailar, dándose un pequeño besito en los labios para terminar. Estaban empapados, seguramente se resfriarían después de eso, pero ya no importaba, eran tan felices juntos que un simple resfriado no les afectaría en absoluto.

Sin darse cuenta, la noche ya se estaba acercando y la hora de despedirse también. Cellbit decidió acompañar a Roier a su casa, después de todo, estaba a unos pocos minutos de ahí.

Seguían hablando de cualquier cosa de camino allí, nunca se les acababa el tema de conversación. Llegó el momento que el del mechón menos quería, ya estaban en frente de esa pequeña casita de paredes color albo. Se pararon en frente de la puerta, mirándose a los ojos por unos momentos, Roier simplemente se acercó y le dio un besito rápido.

¡Nos vemos, gatinho! — Dijo Roier.

— Adiós, guapito — Contestó Cellbit, mientras el castaño entraba a la casa y cerraba la puerta, señal de que tenía que volver a "casa". Se sentía más como en casa con Roier que en el propio lugar donde vivía, pero no le dio más vueltas y volvió a su hogar.

El bosque encantado // Guapoduo ☆Where stories live. Discover now