Capítulo 1: Duros comienzos

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Luz corría a contrarreloj tratando de no llegar tarde el primer día pero eso le iba a resultar muy difícil. Era nueva en la ciudad y al estar acostumbrada a vivir en su pequeño y tranquilo pueblo, aquello era todo un laberinto para ella. No conocía las calles ni los espacios que debía recorrer para llegar hasta su nueva escuela donde daría clases de cocina y encima, por lo que había oído su profesora era de las más duras que se conocían en su mundillo.

Finalmente, gracias a la ayuda de numerosas personas a las que fue preguntando, consiguió ubicar la escuela y hasta su clase la cual ya estaba cerrada. Había llegado tarde así que asumió las consecuencias de no haber escuchado a su padres y haber llegado con un par de días de antelación para ensayar la ruta que debería seguir.

-¿Querías algo?-al abrir la puerta, lo primero que encontró Luz fue una enorme sala llena de mesas ocupadas por los estudiantes y, frente a todos ellos, una mujer alta y pelirroja que desprendía autoridad, Ainhoa Arminza, la chef de reconocimiento internacional que Luz llevaba años admirando. Esta la observaba fijamente esperando una respuesta.

-Eh, sí. Soy Luz, una estudiante de aquí pero llego tarde porque...-Luz fue cortada.

-No necesito excusas, Luz. Sois mayorcitos ya, solo busca un sitio y siéntate en silencio, ¿Serás capaz?-a pesar de su tono irónico y recriminatorio, Luz solo pudo quedarse con que ahora la chef conocía su nombre e incluso lo había pronunciado. No cabía en sí de la emoción.

Bajo la atenta mirada de toda la clase, Luz se sentó en el primer lugar que encontró, justo en la mitad de la tercera fila sin reparar en quienes eran sus vecinos de pupitre. Solo se percató de eso tras más de media clase de pura teoría que la tenía emocionada por la oportunidad de aprender pero decepcionada al darse cuenta de que no pisarían pronto una cocina cuando giró la cabeza y se encontró con la mirada de otro estudiante.

-Ey, ¿Qué tal?-por su acento podría arriesgarse a pensar que tenía ascendencia latina y su carácter le gustó desde el principio a Luz.

—¿Bien? La verdad es que esperaba clases más prácticas aunque no tengo quejas—Luz se encogió de hombros dando la charla por terminada ya que no le gustaría ser regañada de nuevo por su profesora, quería tener una buena relación con ella pero Paolo, sin duda, no lo veía así.

—Sí y, además la profesora es un poco...¿Cómo decirlo? Gruñona—Ainhoa, una persona acostumbrada a estar atenta hasta del mínimo detalle por su gran experiencia como jefa de cocina escuchó esto.

—¿Algo más que decir sobre mi? Pues reservad vuestras palabras al final de clase, ya hablaremos—y sin darle mayor importancia continuó con la lección dejando leves miradas sobre Luz, aunque esto puede que solo fueran imaginaciones de esta.

Se le acababa de caer el mundo a los pies. Tan solo en el primer día había conseguido enemistarse con su profesora y encima, aún le quedaba descubrir el camino de vuelta. El resto de la clase se le hizo eterno y ni siquiera podía concentrarse en la lección ya que su pensamiento automáticamente divagaba hacia el castigo que les impondrían. Sin embargo, la intriga por esta cuestión no se alargó mucho en el tiempo; justo cuando acabó la clase, Ainhoa pidió a Luz y a Paolo que la siguieran hasta que, en un completo silencio, llegaron a las cocinas de la escuela. Unas complejas instalaciones destinadas a que los alumnos pusiesen a prueba los conocimientos teóricos mediante la práctica.

—¿Tú no esperabas clases más prácticas?—Ainhoa se dirigió tan directamente a Luz que el estómago de esta dio una sorprendente voltereta al conectar miradas y por el hecho de que había escuchado sus palabras—. A partir de mañana las tendréis, pero alguien tenía que limpiar todo esto así que comenzad—dicho esto se puso más recta, si es que eso era posible, y se limitó a observarlos.

—¿Esto es una broma, no?—preguntó Paolo dispuesto a protestar.

—Calla y vamos a limpiar—pero Luz no podía permitir que la situación empeorase así que acató la orden y tras buscar los utensilios necesarios inició la limpieza. El proceso de limpiar ese gran espacio les llevó hasta bien pasada la noche, tanto, que cuando por fin salieron los tres de la escuela era de noche.

—Genial—Luz ya no podía más al ver que su teléfono estaba sin batería—¿Paolo, sabes dónde esta la Plaza del León?—la pobre aprendiz estaba utilizando los pocos conocimientos de la ciudad que estaban a su alcance y sabía que su piso estaba junto a esa plaza solo porque recordaba con gracia el león que coronaba la plaza.

—No tengo idea, pero si quieres algún día lo podemos descubrir juntos—el colombiano le guiñó un ojo a Luz tras hablar en su tono pícaro. Entonces intervino Ainhoa.

—Yo puedo ayudarte.

El hecho de que su propia profesora, la chica que más admiraba del mundo, fuera a ayudarla emocionaba en enormes cantidades a Luz que asintió con un leve movimiento de la cabeza y un suave "Por favor".

—¿Te importa ir en mi coche?—siguiendo su línea de respuesta, Luz negó con la cabeza nerviosa por la perspectiva de estar sola con aquella mujer—. Fuera de la escuela no tienes por qué ser así conmigo, sería más cómodo si me das algo de charla ¿no crees?—Ainhoa se sentía presionada por el tenso silencio que las envolvía y miró con ternura a su copilota para tratar de calmarla.

—Sí, perdón—por primera vez en el día a Luz se le formó una sonrisa genuina en el rostro—¿De qué conoces la Plaza del León?

—Vivo por allí, es un lugar barato y cómodo—explicó Ainhoa sin mirarla ocupada en llevarlas a casa sanas y salvas.

—¡Yo también! Es decir, me mudé ayer—Luz quedó pensativa—Osea qué somos vecinas.

—Eso parece—la conversación no podía durar mucho más porque ya habían llegado y cada una estaba dirigiéndose a su casa luego de despedirse de forme breve y un poco demasiado formal pero ambas continuaron caminando hacia el mismo portal hasta que Ainhoa lo abrió y le cedió el paso a Luz amablemente sin poder contener una risa.

—Y tanto que somos vecinas—la estudiante no pudo evitar reír al percatarse de que vivía justo enfrente de su profesora. Ahora tenía una razón más para llevarse bien con ella, no quería causar problemas también en el vecindario.

—Mañana nos vemos—se despidió Ainhoa de nuevo pero aún le quedaba algo por decir, algo sobre lo que no estaba segura—Oye Luz.

—Dime.

—¿Qué te parece si te llevo yo a clase?

—¿Intentas evitar que vuelva a llegar tarde y controlarme?—bromeó la morena—Porque me parece genial, es transporte gratis.

—¡Genial!—la profesora respondió alegre—Más te vale no hacerme llegar tarde a mi—avisó y se escondió tras su puerta para descansar varios segundos apoyada en esta. El primer día también era duro para los profesores, más aún en su caso. Había sido mucho tiempo sin dar clases.

Por su parte, Luz también se encontraba apoyada en la puerta en busca de calma pero por motivos muy diferentes. Al fin y al cabo, su primer día no había acabado tan mal.

Holaa, qué tal todo por aquí?
Para calmar el vicio que me ha dado con
4 estrellas he empezado a escribir esto así que espero que os guste.

Un poco más de azúcar(Luzhnoa)Where stories live. Discover now