11

695 68 0
                                    

Jodie:

—¿Realmente esto es lo mejor que veré aquí?—Pregunto al detenernos en la plaza, junto a mí, el guardaespaldas me observa.

—En realidad no.

Suspiro y sigo sus pasos, observo el suelo y los techos de las casas, todas cubiertas con nieve, no está nevando, pero por precaución me puse una capucha junto a una capa que cubre hasta mi cintura, traigo botas de cuero y pantalones ajustados, mientras Edward lleva un abrigo negro debajo del traje del mismo color, lo que da una imagen más atractiva.

Ingresamos a la primera tienda y me ordena no alejarme mientras él se ocupa de los productos.

—¿No podias mandar a uno de los tres robots a hacer esto? —Sujeto un tarro de mermelada y lo vuelvo a poner en su lugar, él lo toma segundos después y lo pone en el carrito de compras.

Frunzo el ceño.

—Eres el jefe de guardaespaldas ¿Por qué venir tú mismo?

—¿Querías salir, no?

Me detengo.

Detiene el carrito de compras y se vuelve hacia mí. —¿Ocurre algo?

Trago saliva.

¿Estamos aquí por mí?

—¿Qué te parece este? —Me muestra una bolsa de comida para perros. —¿Crees que le gustara?

—Menos que el pollo tal vez.

Antes de que lo coloque sobre el carrito, lo detengo.

—Espera.

Sujeto la bolsa y busco el que diga de cachorros, lo intercambio y el me observa con una leve sonrisa.

—¿Qué? —Pregunto y sigue de largo.

Lo sigo y me detengo al ver una botella de vino, la misma que coloco escondida entre los productos antes de finalmente seguirlo con una sonrisa.



(***)



—¿Ya pensaste en un nombre? —Me pregunta mientras coloca las cosas en el portaequipaje del coche. —Del perro.

—Aun no.

—Piensa rápido en uno, a todos nos agrada tener un nombre.

—¿Por qu-

Mi estómago cruje y la cara me arde.

—No digas nada.

—¡Vengan, vengan por sus perros calientes!

Observo el puesto de comida ambulante y el estómago me vuelve a crujir.

—Ven. —Me pide luego de cerrar la puerta del coche.

—Si claro. —Se detiene al oírme. —Seguramente comeré uno de esos.

Alza una ceja burlona cuando mi estómago vuelve a crujir.

—Me antoje de uno también. —Me dice. —¿Quieres kétchup en el tuyo?

Trago saliva.

No debe ser el mejor lugar para comer por aquí, mientas él va al puesto yo pongo los ojos en todos lados y no, no hay más que puestos de comida grasosa en la plaza central.

Suspiro y me cruzo de brazos siguiéndolo.

—Aquí tiene. —Le entrega el primer perro caliente, él lo recibe. —¿El siguiente también con kétchup?

—Y mostaza. —Menciono pasándome las manos alrededor de los brazos, Edward me observa con una sonrisa y yo ruedo los ojos.

Coloca las cremas al mío y luego de pagar, Edward me lo entrega, está caliente y la boca se me hace agua, ha de ser porque no desayune.

Le doy la primera mordida y Edward me entrega un vas descartable con café dentro, hace tanto frio que el calor de ese café se hace notar.

Sin darme cuenta me acabo la comida y mis ojos se dirigen a las tiendas de ropa, que veo rápidamente.

—¿Nos vamos? —Pregunta el, parpadeo regresando a la realidad.

—Sí, por favor. —Suplico.



(***)



—Sabes, ese paseo no resulto como yo esperaba. —Comenta el guardaespaldas, luego de estacionar el coche fuera de la cabaña.

Me quito el cinturón de seguridad. —¿Y qué esperabas? El lugar es deprimente.

El ríe.

—¿Te parece divertido?

—Raro seria si no lo fuera.

También se quita el cinturón de seguridad, me bajo del coche al igual que él y abro la puerta para que meta las cosas, no veo a los robots, pero el perro sin nombre se arroja sobre mí y empieza a ladrar.

—Ya basta, fue menos de dos horas. —Le llamo la atención.

Antes de ingresar a la casa con él, me vuelvo hacia el guardaespaldas.

—¿Qué hay de cenar?

—Pizza.

A este paso mi dieta estricta se perderá.



(***)



Dejo al Golden sobre mi cama y me dirijo al baño en bata, abro el grifo y coloco la temperatura, me meto en la ducha y me quedo sobre ella varios minutos, no hay ruido afuera, lo cual me relaja más que el agua caliente.

Treinta minutos después salgo de ella y regreso a la habitación, el perro se emociona al verme y lame mis piernas.

—¡Hey!, no hagas eso.

Me ladra y vuelve a subir a la cama, jugando con un juguete que no había visto, pero que seguro el guardaespaldas le compro hoy.

Me cambio rápidamente y ambos bajamos a la sala, me llevo una toalla conmigo secando mi cabello en el camino y me acerco a la cocina, que es de donde viene el ruido.

Y si, está haciendo pizza.

—Iugg.. —Pongo mala cara y el nota mi presencia.

—¿Con hambre? Ya estará listo pronto.

Ignoro las palabras y que cenaremos pizza, volviéndome hacia los costados.

—¿Dónde están los robots?

Se detiene al verme.

—Sí, sobre ello, estabas en la ducha, no creí que querías que te interrumpiera.

Arqueo una ceja.

—Tu padre los necesita, tuvieron que volver.

—¿Qué?

—No hay nada que temer o que te deba preocupar, aquí estoy yo y tu padre confía en que te pondré segura.

Escucho lo que dice, pero lo único que hay en mi mente es:

—Estamos solos.

—Sí. —Sonríe de lado a lado. —Eso parece, Jodie.

El Desastre de JodieWhere stories live. Discover now