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aitana romero
Días después, cuando ya estaba más calmada y terminándome de maquillar, escuché que picaban la puerta. Dejé la brocha a un lado y salí del baño para dirigirme a la entrada y abrir, encontrándome de frente con Lorena. A la cual no había visto desde que había llegado a Qatar, al fin y al cabo el gran mérito de que estuviera aquí hoy en día era de ella, que me había enseñado gran parte de lo que sé ahora.
—¡Aitana, cariño! Estás preciosa —comentó abrazándome con cariño.
—Tú no te quedas atrás, Qatar te sienta muy bien —bromeé.
Hizo una mueca y la dejé pasar. Nos sentamos en la cama para poder hablar mejor.
—Aterrizamos hace unas horas aquí y he venido directamente a decirte que necesito que conozcas a los chicos de la selección, si es que aún no lo has hecho, claro.
—Solo a algunos. A los del barça sí y alguno que otro que he conocido por amistosos que han hecho, pero de hablar con ellos nunca.
Durante parte de mi carrera y mis prácticas Lorena se había convertido en una amiga más, como una confidente, así que ella sabía todo lo que había pasado en Barcelona antes de que me mudara a Londres; no hacía falta explicarle el por qué conocía a los jugadores del Barcelona tan bien.
Recuerdo perfectamente la noche en la que se lo había contado; hacía un mes que había empezado las prácticas en una empresa en la que ella era la encargada, en tan poco tiempo nos habíamos vuelto muy amigas, así que una noche después del trabajo decidimos ir a cenar, y copa tras copa de vino fui contándole toda la historia, que en ese momento dolía más aún.
—Pues no es mal momento para empezar. Cada vez queda menos para el comienzo del mundial, y si esperamos que la gente disfrute y se interese por las entrevistas tenemos que hacer saber que esto es mucho más que un simple deporte.
Asentí con la cabeza apuntando en esta todas las indicaciones que me había dado. Por suerte tenía a Ansu, Balde y a Pedri para que me ayudaran a integrarme un poco mejor y que no fuera tan incómodo.
Lorena y yo estuvimos hablando de un par de cosas más y un rato después, cuando ella se marchó, decidí escribirle a Pedri para preguntarle dónde estaba. No tardó demasiado en contestarme que estaba en los jardines con la selección, ¿qué mejor momento que este?
Me puse unos vaqueros cortos y un top y bajé mientras me hacía una coleta. El calor era demasiado bochornoso. Y no sé si lo fue más cuando llegué a donde estaban todos sin camiseta.
Perdón, pero es que tengo ojos y puedo mirar.
—Hola Aitanix —dijo Pedri pasándome el brazo por los hombros. Y llamándome por ese apodo que me había puesto hace años; lo miré un poco mal escondiendo una sonrisa detrás.
Entonces todos los jugadores parecieron darse cuenta de mi existencia y movieron su cabeza hasta clavar su mirada en mi.
