Capítulo 111: ¿Tú estás nerviosa?

2.9K 246 6
                                    

aitana romero

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

aitana romero

Al día siguiente me desperté más feliz de lo que me hubiera imaginado hace unas cuantas horas. Sentía que me había quitado algo muy gordo de encima.

Tenía claro que todavía nos quedaba mucho por recorrer a Gavi y a mí para poder aclararnos al cien por cien, pero supongo que empezar por aquí no estaba nada mal.

Di un par de vueltas en la cama, hasta que unos minutos después me di cuenta de que estaba sola. Abrí un poco los ojos, y aunque al principio la claridad me chocó bastante, pude apreciar por fin que era cierto lo que pensaba. No había rastro de Gavi por ningún lado.

Me incorporé un poco en la cama y estiré la mano hasta agarrar mi móvil, lo desbloqueé pero no encontré nada que me llamara la atención.

Se había ido sin avisarme, sin ningún mensaje, llamada o papel. Si hubiera sido un día como cualquier otro y no nos hubiéramos acostado, no me hubiera importado más de la cuenta. Pero joder, me había vuelto a entregar a él después de cuatro años y mucha desconfianza, ¿y me tenía que dejar así como así?

Me llevé las manos a la cara pensando en que la había vuelto a cagar. Me sentía como una idiota pensando que había vuelto a caer.

Decidí no amargarme más, así que me puse unos pantalones blancos, un top azul y después de colocarme las sandalias bajé en ascensor hasta el comedor. Eran al rededor de las doce de la mañana, así que no había demasiada gente en la zona, cosa que agradecía porque no creía que tuviera el humor como para lidiar con seres humanos.

Cogí unas tostadas, un zumo de naranja y caminé con la bandeja hasta una terraza que tenía unas vistas preciosas a unos de los jardines del hotel. Empecé a desayunar tranquilamente, hasta que cuando ya me estaba terminando en plato, escuché a lo lejos unas risas y diferentes acentos españoles. Levanté la mirada y distinguí entonces a la selección, que llevaba puesta la equipación de entrenamiento y pareciera que acabaran de correr una maratón. 

Entre ellos se encontraba Gavi, con el que crucé miradas un segundo después. Me sonrió esperando a que le devolviera el gesto, pero yo en cambio dirigí mi mirada a Ferran, que se había acercado a saludarme.

—¿Tú suegro te está dando mucha caña? —me burlé de él.

—Si no ganamos el mundial tengo mucho miedo de que llegue la cena de Navidad.

Reí un poco hasta que el cuerpo de Gavi sustituyó al del valenciano, que anteriormente se encontraba delante de mi.

—Hola, eh —dijo cogiendo una silla y sentándose al frente.

Los demás creo que se habían ido a darse una ducha.

—Eso digo yo, hola.

—¿Qué te pasa?

—¿A mí? nada, ¿por?

—Porque no soy idiota. Me lo terminarás diciendo tarde o temprano, así que dímelo ya —repitió.

—Dime tú por qué has desaparecido esta mañana.

No me había molestado despertarme sin él, lo que me molestaba era que se fuera sin darme ningún tipo de explicación para que yo pudiera quedarme tranquila.

—Joder, perdona, no quería despertarte y luego se me ha pasado avisarte. Estaba entrenando.

Negué con la cabeza.

—Eres idiota en serio —me reí un poco— Aunque que sepas que, durante un momento, me he sentido muy usada —murmuré mirándole los ojos avellana.

—¿Usada por qué, Aitana?

Observé como cogía de nuevo la silla y la ponía ahora a mi lado, más cerca de mí y con mejor acceso para acariciarme el brazo con cariño, como estaba haciendo en aquel instante.

—Porque pensaba que después de todo este tiempo solo había sido un polvo más para ti. Pensé que todo lo que me habías dicho era porque querías acostarte conmigo.

—Joder, lo siento, rubia, en serio. Si algo he aprendido es que un lo siento no sirve de nada cuando ya he hecho algo mal, pero es que no sé ni qué decirte. Estoy tan seguro de que te quiero que ni se me había pasado por la cabeza que podrías llegar a pensar eso. Lo siento.

—No pasa nada. Son solo paranoias mías.

—No, no son paranoias, y tampoco es una tontería. Lo entiendo —hizo una pausa—. ¿Te acuerdas la primera vez que discutimos por algo parecido? Fue cuando tú tenías miedo de exactamente lo mismo, de que solo estuviera contigo por sexo. La diferencia es que ahí nos estábamos casi que conociendo y no nos soportábamos a menudo, y ahora, estoy seguro de que eres la persona a la que más quiero en el mundo. Y yo ya lo tengo claro, pero quiero que también lo sepas tú.

—No es fácil para mi confiar como si nada después de todo, pero te juro que lo intento.

—Tú no tienes que intentar nada, soy yo el que tiene que retractarse y hacer las cosas bien, como debí de haberlo hecho hace tiempo.

—Yo tampoco fui la novia perfecta.

—Para mí sí, y no supe valorarlo al cien por
cien.

No le dejé decir nada más porque lo envolví con mis brazos, y un momento más tarde, él a mí con los suyos. Me sentía tan a gusto y tan segura ahí, que no quería moverme jamás del lugar.

—Pasado mañana es el primer partido, ¿estás nervioso? —le pregunté cuando ya habíamos cambiado de tema.

—Muchísimo. Encima por lo que me han dicho, creo que Luis Enrique tiene pensado sacarme como titular. Cada vez que lo digo en voz alta se me sale el corazón por la boca.

—No me extrañaría, te lo mereces —contesté.

—¿Tú estás nerviosa?

—¿Debería?

—Hombre, la verdad es que no sé mucho sobre periodismo, pero estoy seguro de que lo vas a hacer genial. Solo sé tú y seguro que lo harás bien.

—El periodismo se trata de todo menos de eso, Gavi —me burlé.

—Bueno, pero ya me entiendes a donde he querido llegar —rodó los ojos con una sonrisa.

Me reí un poco arrugando la nariz y nos quedamos un rato más ahí hablando de cosas sin importancia, y actualizándonos un poco sobre lo que había pasado. Yo mientras tanto, fingía que no dolía el hecho de escuchar como me resumía cuatro años de su vida sin mi, ya que antes nunca lo hacíamos porque estábamos pegados como lapas las veinticuatro horas del día.

Un rato más tarde, Gavi se fue a duchar y yo me dirigí a la piscina para estar un rato con Sira y Martina, que se estaban bañando con un par de jugadores más. Yo no llevaba puesto el bikini, además de que Gavi me había dicho de ir a comer y no me apetecía tener que ducharme para quitarme el cloro y volver a prepararme de cero, así que no me metí en el agua y me quedé sentada en la hamaca.

Intentaba disimular que lo de Garnacho me había dolido menos de lo normal, pero en realidad, en mi interior, había una parte de mi corazón que había muerto en aquel mismo instante. Sabía que Alejandro era una persona que iba a estar conmigo cuando lo necesitara, pero no había cosa que me doliera más que en la forma en la que había terminado nuestra historia, que tan bonita había sido. No habíamos acabado en malos términos, pero mi conciencia y yo ya éramos suficientes para martillarnos sobre ello.

Agradecía que Gavi no tardara demasiado en volver a bajar ya preparado, no me apetecía seguir comiéndome la cabeza y probablemente él me ayudaría a distraerme.

𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; pablo gavi.Onde histórias criam vida. Descubra agora