Capítulo 26

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-¿Haz perdido la cabeza?

-Me parece genial que hayas dejado a ese imbecil.

-¿Alguna vez pensaste en el daño que le haces a él y a su hija? Con tus actos solo demuestras tu inmadurez e incapacidad de decidir por ti misma.

-Aun eres joven, no deberias concentrarte en salir con otros hombres.

-Desde ahora deberas pedir mi permiso, si lo intentas.

Durante tres días no eh dejado de escuchar sus reproches, ordenes, "consejos" o lo que sea que dicen.

Andrés y Delfina se convirtieron en un verdadero fastidio cuando les conte que la relación con Peter llego a su fin.

No es que me arrepienta, pero al volver a ser una mujer soltera sin pretendiente y con Andrés cerca, solo empeora las cosas para mi persona. Su machismo lo consume, e intenta obligarme a obedecer sus ridiculas tradiciónes.

Que mujer de 22 años quisiera vivir con su hermana y esposo, sumado dos niños en un departamento sumamente apretado. Para mi cuñado es un plan genial, ya que puede vigilarme las 24hs y manejar mi vida a su antojo.

Por si fuera poco, de vecino tengo a mi ex-pareja con su hija que me saluda desde la ventana cada vez que salgo.

La solución perfecta es mudarme a otro departamento, en un diferente piso al de ellos. Si tengo suerte conseguire otro edificio con espacio disponible.

Aunque lo que mas deseaba es ponerle un punto final a este infierno, jamás pensaria que solo era el comienzo.

Al volver al trabajo, era más incomodo de lo que imagine. La simple razon es que Peter retomo su trabajo de seguridad, lo que significa que nos veriamos todos los días laborales. Aún por si fuera poco, hemos vuelto a las formalidades que me hacen sentir peor, como si yo hubiera roto su corazón y destrozado su vida por completo.

Al principio nos quedabamos unos segundos mirandonos, por si alguno tenia que decir algo, cosa que no ocurrio. Con el correr de los días, pasamos a la indiferencia tomando por echo que ninguno se disculparia, pediria una ultima charla o quisiera aun mantener un vinculo.

—Buen día, Enfermera Rodriguez—saludo seco el antiguo soldado, quien llevaba puesto su uniforme de guardia, con su arma en el cinturon y habia un baston detrás de él, seguramente era de apoyo en caso de agotarse.

Lo mire fijamente a sus ojos cafes, esos mismos que juraron amarme, que un día me observaron con admiración, con esa intensidad que lo caracterizaba. Hoy solo veia dolor, enojo y orgullo, pero no solo era de él, lastimasomante compartia los mismos sentimientos, nadie daria su brazo a torcer, siendo sincera creo que es mejor de esta manera. Asi evitamos seguir dañandonos.

—Buen día, señor Strong—correspondi al saludo sin ninguna expresión.

Segui mi camino sin mirar atrás, aunque no niego sentir como fijaba su mirada, mientras me adentre al edificio.

Mis días volvieron a ser los de antes, centrarme en los pacientes, brindar una sonrisa a todos y volver a casa a dormir las horas que pueda para aguantar el siguiente turno.

Rutina.

La ciudad de a poco volvia a la normalidad, que la guerra haya terminado trajo buenos resultados a la economia del país. El dinero que era destinado al armamento militar, hoy lo utilizaban para proveer insumos medicos, alimentos, vestimenta, limpiadores, etc.

Pero la realidad, es que aun quedaban varios heridos por el terremoto. Hace poco descubrieron una zona que jamas fue auxiliada por los rescatistas; trasladaron demasiada gente con politraumatismo, para algunos fue tarde y perdieron la vida.

LA VIDA PERFECTAWhere stories live. Discover now