🏈Capítulo 8🏈

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Un enorme favor

Travis

Tengo un mal humor de los mil demonios, en todo el día solo he mirado a las personas con cara de asesino. Siempre ando sonriendo como puedo, más bien; fingiendo sonrisas para creerme a mi mismo que todo está bien. Siempre lo he hecho. A veces salgo para olvidarme de todo lo qué pasa en mi mundo..., pero luego te golpea la dura y cruel realidad. Siempre ando por todo el campus dando sonrisas a todo el mundo, pero son fingidas, yo siempre finjo que mi vida es genial cuando está lejos de serlo así.

A veces solo quisiera que todo acabe de una vez por todas, que ya no haya más dolor y sufrimiento. Pero creo que de eso se trata la vida, porque o sino seria perfecta y, lo perfecto no existe. Todos somos perfectamente imperfectos por dentro y por fuera. Muchas personas deberían de asumirlo. Soy el Travis alegre, mujeriego, él que se la pasa en todas las fiestas borracho porque aún le cuesta aceptar que su hermana de cinco años puede morir por el maldito cancer. No puedo aceptarlo, mejor, no quiero aceptarlo. ¿Cómo será mi vida si no tengo a Aurora conmigo? ¿Qué será de mi sin ella? Siento que cada vez me ahogo por toda esta situación.

En todo el día solo he ido a clases —que a ninguna presté atención —, y a los entrenamientos del equipo. Ni si quiera he podido sonreírle a las personas que me saludan, medio les doy una sonrisa a medias.

Ahora me encuentro sentado en las gradas mirando el cielo, ya terminó el entrenamiento. Cuando me duché, me vestí y luego quise quedarme aquí unos minutos más. Son las tres de la tarde, tengo que ir a la casa y visitar a Aurora..., pero aún no quiero ir. No sé cómo llegarle a mi hermana con una sonrisa, sabiendo que estoy roto por dentro.

Es una mierda todo esto.

Mi mochila está a mi lado, estoy recostado en las gradas con las piernas estiradas, las porristas ya terminaron de hacer sus ensayos. He evitado a Mae, la verdad no me apetece hablar con ella.

Solté un largo suspiro y me concentré en mirar el lindo atardecer que se está haciendo en estos momentos.

Hermoso.

Escuché una voz baja y ladeé mi cabeza hacía el otro lado, una sonrisa tiró de mis labios cuando veo a la enana alzando una cámara al cielo y empezando a tomar fotos al atardecer. Su cabello está suelto, lleva un vestido azul oscuro de manga que le queda por las rodillas, su mochila cuelga de su hombro derecho.

—Hermoso atardecer, ¿no? —ella dejó de tomar fotos y luego me miró, rodó los ojos con fastidio y yo sonreí de nuevo. Ajustó algo en su cámara, me volvió a mirar —. ¿Me estás siguiendo? —pregunté con una ceja enarcada.

—¿Disculpa? —alzó una ceja —. Por si no lo ves, estoy tomando fotos del atardecer, chico engreído —lamí mis labios.

—Ven y te sientas a mi lado —le dije y ella frunció el ceño.

—No, estoy ocupada y no quiero estar cerca de ti —musitó.

—¿Me tienes miedo, Kylie? —inquirí burlón.

—Para nada —aclaró.

—Entonces, siéntate conmigo. Si dices que no me tienes miedo, hazlo —le indiqué. Ella se me quedó, mirando seria.

—No, no lo haré. Estoy ocupada, Travis. Además, aquí todo el mundo te idolatra y no quiero estar metida en cuentos que no son reales —bufó, queriendo darse la vuelta.

Fingiendo por tres meses Where stories live. Discover now