Capítulo 10

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—¡Diana, apresurate! — grita Adara, emocionada

Miro hacia todos lados con nerviosismo, algunas personas nos miran gracias al grito de Adara y agacho la cabeza sintiendo un poco de vergüenza.

Hoy en la mañana decidió que saldríamos a comprar algo de ropa para mí, me negué muchísimas porque no quería salir, me daba algo de miedo a pesar de que ya había salido antes. Insistió muchísimo y Noah, que al parecer fue el único que notó mi incomodidad, me dijo que nos podía esperar cerca del centro comercial al que quería ir Adara. 

Así que, aquí estamos.

Es un edificio super grande con varios pisos. Había personas caminando de un lado a otro, con bolsas en las manos o simplemente iban charlando; Adara me toma de la muñeca y me arrastra hacía una escalera que se mueve sola. Mis ojos se abren como platos y la miro con pánico.

—No voy a subirme a eso —niego con la cabeza rápidamente.

Ella sonríe con entusiasmo.

—Sí que lo harás —dicho esto, jala mi brazo con fuerza obligándome a subir.

Siento como la escalera va subiendo y agarro el brazo de Adara con ambas manos, apretándolo con fuerza. Una vez arriba se gira hacía a mi con una sonrisa.

—Ves. No era la gran cosa —dice como si nada, mientras que a mi me tiemblan las piernas.

Sin darme tiempo a responder, me arrastra hacia una tienda de ropa.

Llevábamos más de media hora eligiendo la dichosa ropa. Yo no sabía muy bien qué hacer, así que lo dejé en sus manos. Adara iba de un lado a otro tomando ropa que, según ella, era mi estilo. Elegía cierta cantidad de ropa y me mandaba a probarmela, y casi siempre regresaba la mitad porque no le gustaba.

En una oportunidad me pasó un vestido sencillo, color rosa brillante y cuando salí, la mueca que puso me hizo mucha gracia.

—Ay no, pareces a Maléfica vestida con la ropa de Barbie — dijo.

Estuvo otra hora más buscando zapatos que combinaran con la ropa, y así, salimos como con seis bolsas de ropa en las manos. Nos detuvimos en una tiendita donde compro unos cupcakes de chocolate que sabían a gloria. Había comprobado que amaba el chocolate, era tan delicioso y dulce que cada vez que comía un poco sólo quería más y más.

—Todavía no puedo creer que hasta, no hace mucho, no hubieras probado el chocolate —comenta Adara mientras salimos del centro comercial —. ¿Qué horrible ser humano te hizo tal crueldad?

Aprieto los labios y desvio la mirada. A pesar de llevar ya un buen tiempo conviviendo no les habia dicho nada sobre el laboratorio. Ellos trataron de sacar el tema varias veces pero nunca les respondía. Sé que en algún momento me veré obligada a decirselos, pero me da miedo su reacción. ¿Y si me corren? o ¿Me entregan a Gamma? Una parte de mi dice que no lo haran, pero la otra me dice que no me confíe tanto.

Estoy confundida.

Adara me dice que debemos caminar un par de calles para ir con Noah, quien  está esperándonos cerca del pequeño local de Joe. Por el camino no dejo de echar miraditas alrededor, pendiente de cualquier cosa inusual, pero al notar que las calles están un poco vacias  me permito bajar la guardia por un rato.

A lo lejos visualizo la camioneta azul claro de Noah y aceleramos el paso, pero de repente tres hombres nos intercepta, cortandonos el paso.

—¿A dónde van, preciosas? —pregunta uno, con una sonrisa. Hay algo en él que apesta, un olor fuerte que me hace arrugar la nariz.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora