Capítulo 12

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—¡Diana, no vayas ha...!

Una nube de harina vuela en el aire cuando la echo sin mucho cuidado en un bowl.

Adara me fulmina con la mirada y yo sonrío, avergonzada.

—¡Ups!

Noah que está sentado frente a nosotras sonríe con diversión, pasandosela en grande a mi costa. Adara me pasa una taza transparente con un montón de números rojos en un lado.

—Tienes que colocar la harina aquí, Diana. Con esta taza medidora sabrás cuánta cantidad usaste y si es la correcta.

Asiento, aunque creo que ya es un poco tarde para usarla.

Últimamente me he refugiado en la cocina aprendiendo a cocinar todo tipo de platos — y si son dulces mucho mejor — ,ya que desde la salida pasada, la mínima cosa me genera jaquecas tan fuertes, que ni las pastillas que me da Adara pueden calmarlas. Hasta que descubrí que cuando estoy concentrada cocinando, logro relajarme, aclarar la mente y eso me ayuda muchísimos a aliviarla.

Meto el molde con la mezcla de chocolate en el horno, mientras Adara toma un pequeño cronometro, gira la minillita, y lo pone en el mesón.

—¿Cuánto tardará en estar listo? — pregunto.

—Una hora.

Noah y ella se enfrascan en una conversacion de yo-no-sé-que-cosa sobre una tal cena, y yo aprovecho su distracción y salgo de la casa. Fuera el clima frío reina; los arboles ya no tienen hojas y el cielo está de un tono gris claro. Ya habíamos entrado en invierno.

El viento extremadamente frío me hace acurrucarme más en el abrigo color gris que traigo puesto antes de empiezar a caminar hacia los arboles. Acaricio el tronco con mi mano, sintiendo la aspereza de éste contra mi palma. Sin esas hermosas hojas verdes se ven extraños, incluso me atrevería a decir que deprimentes.

Continúo caminando, adentrándome más en el bosque. Es la primera vez desde que llegué aquí que no he visto tantos animales y me resulta raro. No sé por cuánto tiempo camino, pero me dentego al ver lo que hay frente a mí: Un lago completamente congelado con un pequeño y bonito muelle de madera.

Me acerco  y al caminar sobre la madera ésta rechina un poco. Me siento al final del muelle, mis pies colgando en el aire, mientras un suspiro abandona mis labios.
Últimamente he estado un poco pensativa, desde que Adara formuló la pregunta sobre porqué estabamos en el laboratorio desde tan pequeños, mi cabeza no ha dejado de dar vueltas buscándole algún sentido, pero por más que pienso no le encuentro sentido a nada.

Aún recuerdo lo que me dijo el guardia cuando le pregunté porqué no me llevaba a la sala de entranamientos:

“A partir de ahora usted ya no forma parte de la primera fase del programa”.

¿Programa? ¿Primera fase? ¿A que se referia con eso? ¿Que hay detras de todo esto?

Tambien está el asunto del suero que me inyectaron ¿Para qué era? ¿Para qué sirve? ¿Qué hace?

Contemplo el lago por minutos, pérdida en mis pensamientos. Empiezo a sentir los de dedos de las manos y mi cara entumecidas por el frio. Froto mis manos tratando de calentarlas, pero no sirve de mucho.

De repente, el sonido de unas pisadas me pone alerta. Me giro rápidamente, preparándome para defenderme, pero me detengo abruptamente al ver que se trata de Noah. Viene con abrigo rojo y un gorro color marron puestos, y trae algo entre las manos.

—¿Qué haces aquí? — inquiere, deteniéndose a un lado.

Me encojo de hombros.

—Pensar.

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now