El niño que vino del cielo

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**Antes de empezar a leer, puedes escuchar la historia en audiolibro en Spotify. Busca: El rey de los marginados**

Esta historia comienza con el nacimiento de un bebé. Un bebé que no debería haber nacido.

Era noche cerrada cuando una silueta con grandes alas se distinguió volando bajo las estrellas. Tenía la forma de un ángel, pero sus ojos eran amarillentos como los de un halcón y en vez de uñas parecía tener garras como un felino. Su rostro era lo suficientemente masculino para afirmar que se trataba de un hombre, pero la escasez de barba y sus rasgos delicados le otorgaban cierto aire ambiguo.

El joven de alas doradas abrazó un bulto contra su pecho de manera protectora. Dentro de aquel revoltijo dormía un bebé. Un inocente niño que, desde antes de nacer, ya significaba problemas y solo traía consigo muerte, destrucción y guerra. Como prueba de ello, las sábanas que lo cubrían estaban manchadas de sangre.

Los ojos color ámbar de su ángel guardián lo miraron de forma inquietante durante unos segundos. No había ni rastro de ternura en ellos, solo una mirada fría y calculadora.

El ser celestial sobrevoló el bosque hasta llegar a una pequeña aldea. Poco después, aterrizó de forma brusca junto a la cabaña más apartada. El ruido hizo que la dueña de aquella cabaña se asomara a la puerta.

—¿Qué hace un nefelae tan lejos de sus tierras? —preguntó la humana observando a la hermosa criatura con asombro.

—¿Eres Katherine Rosenbaum? —Su voz sonó masculina a pesar de su delicada apariencia.

—Sí, ¿y quién eres tú?

Katherine lo miró preocupada. Estaba claro que se trataba de un elfo de la tribu de los nefelaes. A diferencia de los elfos del bosque, los nefelaes tenían grandes alas en su espalda y unos ojos extraños que recordaban a las aves rapaces.

—No necesitas saber mi nombre —respondió de forma poco amistosa—. He venido porque tu hermana ha muerto.

—¿Qué? —preguntó Katherine sin dar crédito. Hacía dos años que no sabía nada de su hermana, pero aun así la noticia le tomó por sorpresa—. ¿Cómo ha...?

—Este era su hijo —le interrumpió el nefelae mostrándole el bebé que traía consigo.

El pequeño se agitó ligeramente durante unos segundos. Katherine lo agarró con mucho cuidado. Sus ojos eran inusualmente azules y sus orejas acababan en punta. Katherine supo al instante que se trataba de un semielfo.«Oh, Sally. ¿En qué demonios estabas pensando? ¿Con un elfo?» El pequeño movió la manita y la cerró antes de volver a quedarse dormido.

—Ahora es tuyo —informó la criatura. A la mujer se le hizo un nudo en la garganta.

—No puede ser. ¿Por qué? ¿Cómo ha muerto? —preguntó mientras se le empezaban a inundar los ojos en lágrimas.

—Eso es todo cuanto puedo decirte. —El elfo de los cielos retrocedió varios pasos. Sus ropajes blancos y su pelo rubio resplandecieron bajo la luz de la luna. —No cuentes a nadie de dónde viene el niño, no busques respuestas, no intentes averiguar qué pasó. Si lo haces, tú y el bebé morirán.

—¡Espera! No puedes irte y dejarme así sin saber nada.

—Cuida de él. Fue el último deseo de tu hermana.

El extraño visitante dio un gran salto impulsado por sus poderosas alas y se perdió entre la oscuridad de las estrellas. Katherine abrazó al bebé mientras que, sin poder remediarlo, sus lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas. ¿De verdad su hermana estaba muerta?

***

Diecisiete años habían pasado desde entonces y aquel pequeño bebé había terminado por convertirse en un apuesto adolescente de pelo rubio y ojos azules. A pesar de su gran belleza, no era muy popular en el pueblo donde vivía, ya que la mayoría lo discriminaba por su condición de semielfo.

El rey de los marginadosWhere stories live. Discover now