Consecuencias

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Kaitor cargó con el cuerpo de Elros hasta la cabaña. La mano del semielfo colgaba balanceándose al ritmo de sus pasos mientras que su pelo rubio le rozaba suavemente la barbilla. Hacía varios minutos que el chico había perdido la conciencia y no mostraba signos de despertar. El cazador intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Sin pensarlo dos veces la aporreó con la pierna para que la sanadora la abriera.

Katherine se llevó una mano a la boca horrorizada mientras se fijaba en las heridas de su sobrino.

-¿Qué ha pasado?

La mujer ayudó a colocarlo sobre una cama y empezó a tratar las heridas más graves con rapidez. Kaitor le explicó la situación mientras se paseaba nervioso de un lado a otro. Aún sentía tanta adrenalina que tenía ganas de romper cualquier cosa. El chico se contuvo.

-Parece que recibió muchos golpes en la cabeza. Espero que no le queden secuelas -informó Katherine preocupada mientras le pasaba un trapo húmedo sobre uno de sus ojos que se había hinchado hacia afuera y empezaba a adquirir un tono oscuro.

De pronto alguien tocó la puerta con insistencia. Se oían varias voces desde el otro lado. Kaitor caminó varios pasos con intención de abrir, pero la sanadora lo frenó de inmediato colocando su brazo ante él.

-Yo me encargo.

La mujer abrió y descubrió al joven Rudeus junto a sus padres. El brazo del muchacho seguía sangrando.

-Tenéis mucho valor para venir aquí después de lo que ha hecho vuestro hijo.

-¡Necesita ayuda! ¡No para de sangrar! -comentó la madre del chico alarmada.

-¡Pues cúrasela tú! -Katherine tenía intención de cerrar con un portazo, pero el hombre la detuvo.

-¡Fue ese maldito semielfo el que empezó la pelea! -bramó el padre convencido de que su hijo le había contado la verdad.

-¡Eso no es cierto! -bramó Kaitor uniéndose a la discusión.

-¿Qué hace él aquí? ¡Es un delincuente! ¡Debería estar entre rejas! -bramó el hombre a la vez que lo señalaba indignado.

-¿Ah, sí? ¡Igual que tu hijo! ¡Maldita sea! -gritó Katherine con evidente furia en sus ojos-. ¡Este forastero ha sido el único que ha ayudado a Elros! ¡Lo ha salvado! El bruto de tu hijo y sus amigos le pegaron una paliza. ¡Está grave! ¡Ha faltado muy poco para que lo maten! ¿Y vienes aquí a pedirme que le cure el brazo después de eso? ¡No pienso hacerlo!

La madre de Rudeus se llevó una mano al pecho nerviosa. La mujer era igual de rellenita que su hijo.

-Pero yo no sé coser heridas...

-¿¡Qué esperas que hagamos!? -bramó su marido-. ¿Que nos quedemos sentados viendo cómo se desangra?

-¡No se morirá por ese corte! -aseguró la sanadora-. Como mucho se le acabará infectando. Llamadme cuando eso pase. Tal vez esté dispuesta a amputarle el brazo para salvarle.

Katherine cerró la puerta de un portazo. El padre de Rudeus dio una patada desde el exterior.

-¡Esto no quedará así! ¿Me oyes, bruja? ¡Tú y tu maldito engendro pagaréis por esto!

Katherine resopló enfadada y volvió a sentarse junto a su sobrino.

-Malditos paletos ignorantes... -susurró con cansancio-. Siempre es la misma historia.

-Creo que será mejor que me vaya -comentó Kaitor sintiéndose algo incómodo.

-No, ahora no -negó la sanadora de forma contundente-. Si sales ahora, es posible que alguno de esos imbéciles se tome la justicia por su mano. Vendrán a por ti. De eso no me cabe duda, pero es mejor que se calmen un poco las cosas. Deja que sea el alguacil el que venga a buscarte.

El rey de los marginadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora