Las ruinas de una antigua ciudad

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Al día siguiente, cuanto más se adentraban en el bosque, más intranquilo se sentía el semielfo. Era como si la magia del lugar les advirtiera que no debían de estar allí. Hasta los caballos actuaban como si tuvieran miedo.

A media tarde, se encontraron con dos enormes columnas, de más de tres metros, llenas de cráneos y huesos humanos. Uno de los caballos relinchó y rascó el suelo con su pata delantera molesto.

—¿Quién construiría algo así con los cuerpos de los muertos? ¿Es obra de los wendigos? —preguntó Elros visiblemente preocupado mientras sujetaba las riendas del caballo marrón.

La hechicera se acercó lentamente a los pilares funerarios con verdadera fascinación.

—No. Estoy segura de que estos tótems fueron construidos por los antiguos habitantes de la zona —informó Zenaida mientras admiraba las columnas—. Fíjate en el estado de los huesos y mira estas runas. Según lo que he leído, deben de tener más de dos mil años, pero se conservan casi como si fueran recientes. Fascinante.

Kaitor se agachó cerca de la estructura y agarró un puñado de tierra para estudiarla.

—No hay vida alrededor de lo que quiera que sea esta cosa —comentó el cazador en voz alta mientras estudiaba la composición de la tierra. —No veo insectos, ni hierbas ni el más mínimo rastro de musgo.

—En ese caso, será mejor que no nos acerquemos demasiado —comentó Zenaida mientras retrocedía varios pasos hacia atrás con cautela.

—Creo que deberíamos irnos. Tengo la sensación de que va a pasar algo malo —le confesó Elros a su amigo. El joven de ojos verdes lo miró unos segundos valorando la posibilidad de seguir su consejo.

—Tranquilo, todos tenemos esa sensación, es por la magia del lugar. —les aseguró la bruja—. Hace que quieras cambiar de rumbo, por eso hace mucho que nadie visita estas tierras, pero ya casi estamos llegando. Estas columnas son la prueba de que estamos muy cerca.

Kaitor se puso de pie y se sacudió las manos mientras miraba a Zenaida con expresión seria.

—¿Muy cerca de qué exactamente? No nos has dicho qué estás buscando.

—Busco el templo perdido del dios de la oscuridad. Si estoy en lo cierto, podría ser el descubrimiento del siglo.

—¿El templo de Erebo? ¿Qué esperas encontrar allí?

—Sabiduría, poder, conocimiento... tal vez alguna reliquia o tesoro.

—¿Crees que habrá oro?

—Es muy probable. Los textos hablan de varios tesoros antiguos.

—En ese caso creo que deberíamos repartirlo a partes iguales —se atrevió a negociar Kaitor.

El semielfo soltó un largo suspiro molesto. Su amigo era más codicioso de lo que había pensado en un principio. ¿Valía la pena arriesgar la vida por un tesoro que no sabían si en realidad existía? Zenaida sonrió con tranquilidad.

—Por mí puedes quedarte todo el oro que encuentres. A mí solo me interesan los objetos que tengan un valor mágico. Y esos no pienso compartirlos con nadie.

Zenaida lo miró con seriedad y el chico se esforzó por disimular una pequeña sonrisa. Aquel trato le parecía justo y lo animaba a seguir continuando. Elros volvió a suspirar con pesar y siguió caminando.

Pocas horas más tarde, el grupo llegó a un área despejada en medio del bosque. En el centro había seis tótems de calaveras y huesos colocados formando un círculo. Uno de los pilares estaba roto y los huesos se habían desparramado por el lugar.

El rey de los marginadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora