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Es domingo, estamos en un parque por el centro de la ciudad. Es un espacio grande rodeado de la naturaleza y un lago donde hay patos y peces accesible a la gente que puede acercarse alimentarlos.

El día está algo fresco, por lo que el sol de media tarde no es tan molesto debajo del árbol donde estoy acostado viendo como Mild enseña a su cachorro alimentar a los patos, sin lastimarse ni lastimarlos a ellos.

Hemos comido la mayoría de las cosas que trajimos, excepto Jahel quien solo ha comido algo de fruta pues estaba más emocionado hablando de todo y nada mirando alrededor.

Desde que despertó se mostró emocionado por el día que nos esperaba y cuando Mild le dio las opciones de lo que podíamos hacer hoy, no dudo ni un segundo en elegir el picnic.

La parte que más he disfrutado yo, ha sido la comida que Mild preparó está mañana. Mi mejor amigo tiene un don en la cocina que no ha sabido aprovechar.

—Guf, Guf —jahel se deja caer encima de mi estómago, sacándome el aire —Papá dice que puedes llevar a pasear en biciteta.

—¿Ah sí? —enarco una ceja hacia Mild, quien se encoge de hombros —Pues será un honor, siempre y cuando te quites de encima y me dejes levantar.

Él obedece dando pequeños saltos emocionado. Le agarro la mano y caminamos hacia dónde vi que rentaban bicicletas.

—¿Puedo manejar?

—Claro, cuando alcances los pedales.

Me burlo, pero él no comprende lo que es una burla así que sonríe.

Le pago el anciano encargado y subo a Jahel en el asiento mientras yo muevo la bicicleta, paseándolo. No alcanza los manubrios, por lo que se agarra de mí.

Mientras lo paseo, él mira todo alrededor, encantado.

—¿Te estás divirtiendo?

Con sus ojitos brillantes y la sonrisa emocionada me asegura que sí.

—¡Cuidado! —volteo hacia donde un hombre se acerca a toda velocidad en una bicicleta, lleva los pies en el aire y tambalea el manubrio — ¡No se como se frena!

Agarro entre mis brazos a Jahel, protegiéndolo, dejando caer la bicicleta. La bicicleta del hombre se impacta con la rueda de la que yo dejé caer y sale disparado hacia delante.

—¿Estás bien? —le pregunto, acercándome a él.

Suelta quejidos de dolor mientras intenta ponerse en pie.

—Pudo ser peor, así que sí.

Por la cercanía, noto su aroma a chocolate amargo, lo que me dice que es un alfa. Es rubio, sus ojos son de un precioso verde y en el rostro tiene apenas unos rasguños recientes.

Pero su expresión de dolor cambia repentinamente cuando me mira con atención. Sus ojos brillan y una sonrisa tira de sus labios.

—Me disculpo por casi atropellarte. Mi nombre es Alan.

Jahel se cuelga de mi cuello, causando que el alfa volteé a verlo.

—Más lo lamento yo, fue mi bicicleta la que provocó tu aparatosa caída.

Jahel infla los cachetes y los desinfla en mi mejilla, lo que significa un beso.

—Qué adorable son los celos de tu cachorro —sonríe con diversión.

—Es mi sobrino —aclaro.

El brillo vuelve a sus ojos.

—Pues es un placer, sobrino de...

Dulce Destino Where stories live. Discover now