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Mew

—¿Has sabido algo sobre ese omega?

Miro a mi padre, después a Alan quien se esconde detrás de su bebida. El muy chismoso se lo ha contado.

—No lo mires así —me regaña mi madre —. De no ser por él no nos enterariamos de nada, tu no te molestas en hablarnos.

Tengo la intención de rodar los ojos pero sé que eso es algo que le molesta que haga, así que simplemente me froto el rostro.

—No, aún no hay rastro de él —respondo, un poco borde a la pregunta de mi padre por la frustración contenida.

Pasé la noche entera odiandome a mi mismo por ser tan idiota de dejarme convencer por Mean de ir ese día a ese maldito bar. Por su culpa pasé la peor humillación de mi vida.

—¿Tienes algún plan en mente? —miro a mi madre ¿Cómo decirle que ahora soy yo quien muere de vergüenza de volver a verlo? —. Cariño, sabes que te amamos y lo que más deseamos es verte feliz con tu destinado.

Toma mi mano por encima de la mesa y la acaricia en un gesto cariñoso. Solo con el amor de ella puedo permitirme relajarme un poco.

—Comienzo a creer que las historias que me contaban de niño no existen —los miró a ambos. Mis padres son el vivo ejemplo de la promesa de la diosa luna, ambos son destinados y he crecido con esa idea, de encontrar al mío y tener lo que ellos tienen. Pero, últimamente creo que el destino está jugando conmigo.

—No digas eso, mi amor. Míranos a tu padre y a mi —suelta mi mano para tomar la de mi padre —. A pesar de ser de diferentes países el destino siempre encontró la manera de unirnos.

—Además esas cosas se sienten —dice ahora mi padre —. Cuando yo vi a tu mamá, la conexión con mi lobo fue más precisa, más fuerte y ambos sentimos como se estiró el hilo del destino que nos unía con mi dulce omega.

Veo el gesto aburrido de Alan. Él nunca ha creído esas cosas pues sus padres son muy diferentes a los míos, por ello su vida libertina.

—¿Y estás seguro que es tu omega? —pregunta Alan —. Recuerda que sentiste lo mismo por Dalia cuando la viste.

Eso es mentira y él lo sabe, pero busca la manera de molestar y quitar un poco de miel que mis padres derraman.

—¿Dalia? —La voz severa de mi madre me dice que Alan ha cumplido su cometido —. ¿Sigues viendo a esa omega, Mew? No puedo creer que la sigas viendo mientras pretendes buscar a tu omega. ¡Por eso la diosa luna no ha permitido que lo tengas ya contigo!

Se levanta, molesta y se pierde dentro de la casa. Alan tiene la decencia de lucir avergonzado y arrepentido por lo que ha provocado.

—Tu madre tiene razón, hijo —mi padre suena cansado —. El destino no te va a presentar a la pareja que te tiene preparada si no sueltas el pasado. Esa muchacha no te conviene y lo sabes.

Se pone de pie con lentitud y va detrás de mi madre. Me cubro el rostro con ambas manos y escucho los intentos de Alan por disculparse.

—Oye, lo siento mucho, no sabía que no la soportaban ni que era un tema sensible.

Recargo todo mi peso sobre la silla y miro a Alan, agotado.

—Mis padres no la soportan, la ven como una oportunista.

—¿Por qué la ascendiste a vicepresidente?

Frunzo el ceño.

—Yo no la he ascendido. Sigue en su puesto como reclutadora ¿De dónde sacaste eso?

Dulce Destino Où les histoires vivent. Découvrez maintenant