3. Rebanada de pastel de zanahoria

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- Según el obstetra graduado de la universidad más prestigiosa de Holanda, el Doctor Rasphter Knofth, en el embarazo se debe disminuir el consumo de cafeína.- dramatizaba con sus manos en el aire Louis mientras leía un pequeño escrito en la revista que el alfa le había obsequiado hacía dos semanas.-¿Puedes creerlo? Debe ser muy difícil si ya eres adicto al café en las mañanas.-

El alfa que se encontraba con un rastrillo apilando las hojas desprendidas del árbol de manzana le dedicó una sonrisa para luego asentir apartando la vista del omega que daba vueltas cada vez que una nueva información llamaba su atención. Habían prometido leer la revista juntos entre cada jornada solo si el omega bajo quejas y resoplidos aceptaba las condiciones del alfa. Así que sí, Louis le prometió no hacer ningún trabajo que pudiera lastimar a su cachorro.

-¡OH, POR DIOS, HARRY!- chilló aterrorizado deteniendo sus pasos y mostrándole la revista al rizado, más cerca de su rostro, casi chocando con su nariz.- ¿SABÍAS QUE LA DIABETES PUEDE SER HEREDITARIA? debo detener el consumo excesivo de azúcar, no puedo hacerle eso a mi cachorro.- retiró la revista.

-No siquiera estás comiendo azucares en exceso.- rodó los ojos retomando su labor de recoger las hojas del suelo antes de que su madre gritara su nombre hasta el cansancio.

-Pero me comí el paquete de galletas que nos obsequiaste en dos horas, aquí dice que no debemos de consumir más de treinta y seis gramos al día.- señaló la revista para mostrarle a su amigo las evidencias.-Estoy seguro que el paquete tenía el triple de lo permitido.- Harry bufó.

- Probablemente, pero para la próxima no te traeré ningún tipo de dulce, ya sabes, hay que cuidarte del exceso de azúcares.- se encoge de hombros al mismo tiempo que el omega frunce el ceño dispuesto a tener una acalorada discusión. Louis cierra su revista y señala con el dedo al Harry que suelta una risita traviesa.

-¡Pero estoy embarazado, tengo antojos!- pisotea el suelo.

-Sí, pero es por tu salud.- se encoge de hombros y suelta el rastrillo cuando las hojas estaban apiladas, eran finales de septiembre casi comienzos de octubre donde las hojas caían dejando a los pobres arboles desnudos ante el invierno próximo.

Las noches habían empezado a cambiar su temperatura, donde antes eran cálidas brisas nocturnas ahora eran gélidas. Ocasionando eventualmente que el omega no encontrara suficiente arroparse con su manta. Necesitaba el calor de una manta gruesa o el de una chimenea, pero no admitiría eso a su amigo, jamás lo haría. El rizado hacía tanto por él que ya se sentía como un abuso hacia su confianza cada vez que tenía un detalle para él y su semillita.

Desde que el alfa se había enterado aquella tarde de su estado, este lo mimaba comprándole dulces cada vez que bajaba al pueblo, o trayéndole engüentos para sus cansados músculos. Habían formado una amistad en la que ambos basaban sus mañanas en charlas sobre los nuevos descubrimientos que sacaba de aquellas páginas y las compartía con el alfa. Este lo escuchaba atentamente y añadía datos si eran necesarios.

Y siempre eran necesarios porque el omega le dedicaba toda su atención con sus pares azules brillantes y emocionados. Luego en las tardes ayudaba al señor Styles recolectando verduras de su huerto o seleccionando la mejor madera porque según Marlon el omega tenía más conocimiento que él. En la tardes luego del almuerzo, limpiaba los corrales del equino azabache causándole unas náuseas espantosas al olor el escremento.

-¡Al demonio el holandés con su doctorado obstetrico!- colocó sus brazos en forma de jarra.

-Pásame la bolsa, por favor.- pidió el alfa, el omega cerró la revista y abrió la bolsa que tenía guardada en su axila, aún indignado miró al alfa.- ¡Sí, maldito holandés! ¿Si sabes que lo respaldan bases científicas?-

Sweet home AlabamaWhere stories live. Discover now